La esencia del lenguaje inteligente es la metáfora, por lo mismo que la comparación es el principio del conocimiento sistemático. Unas analogías son maravillosas (las de los poetas con sentimiento) y otras caprichosas o por lo menos discutibles. Procede un escrutinio sobre algunas de las más manoseadas en la vida pública española.
Vicente Niño Perote se lamenta del reiterado sesgo de referirse a «este país» para no mencionar «España». Creo que ya lo hemos comentado aquí, pero bien merece un nuevo escolio. La locución «este país» seguramente es una importación francesa, pero ahora sirve para un roto y para un descosido. Lo de «país» nos acerca a lo geográfico, por lo que no compromete. Recuérdese expresiones como «queso del país» o «alubias del país». Por lo mismo se puede decir «a lo ancho y a lo largo de la geografía», se entiende, la del territorio español. También es triste que el término España resulte malsonante y conflictivo. Como lo es la bandera nacional. Por cierto, es raro ver destacada la bandera española sola; casi siempre está junto a otras.
¿café para todos?
Ignacio Frías está de acuerdo con mi crítica de la expresión «café para todos», con la que se quiere indicar que las autonomías son iguales. No solo las autonomías son distintas en derechos y obligaciones, sino que los españoles, cuando piden café en grupo, no suelen acordar qué tipo de café es el que prefieren. Don Ignacio comenta las siguientes variedades o elementos diferenciadores en el café. Los listo sin más: solo, manchado, cortado, con leche, corto de café, espresso, descafeinado (de máquina o de sobre), con leche caliente, con leche templada, con leche fría, en vaso (alto o bajo), en taza (pequeña o de desayuno), con leche manchada, con leche semidesnatada, con chorreón de coñac, con azúcar o con sacarina. Seguramente hay todavía más variantes. Así que la analogía de «café parea todos» no sirve para designar la igualdad entre todas las autonomías. Una confusión equivalente sería la de «federalismo asimétrico», algo así como hielo abrasador o fuego helado pero sin estro poético. Sirve muy bien para no comprometerse con la necesaria revisión de la organización regional del Estado.
Hay metáforas que tienen buena prensa, que pasan por elegantes. Por ejemplo, las que toman la comparación del universo náutico. Por ejemplo, «línea de flotación», «carga de profundidad», «contra viento y marea», «deriva», «calado», «golpe de timón», «aviso a navegantes», «navegar por la internet», «tirar por la borda», «llegar a buen puerto». Son muy típicas de los discursos o debates políticos. Tienen tanta prestancia como el traje de marinero para los niños en la primera comunión. El no va más de un viaje turístico es hacerlo en el hacinamiento de uno de esos cruceros que son como rascacielos del mar. No importa lo multitudinario; la palabra crucero resulta sumamente halagadora.
No está bien visto
No sé si es por la crisis económica o por qué, pero el hecho es que ahora no está bien visto el hecho de irse unos días de vacaciones. Una forma de conseguir legitimidad es llamar a eso «escapada». Se supone que uno se escapa de la jungla del asfalto, otra metáfora gastada. Al menos por los anuncios, se escapan solo las personas jóvenes y sonrientes.
La conducta de precaverse, de andar con cuidado, puede ser dudosa por parecer demasiado escrupulosa. Cuando uno aconseja a otro ese comportamiento queda muy bien la analogía clínica: hacérselo mirar. Empieza a ser otra metáfora un tanto gastada. Más retorcida es aún la de «poner negro sobre blanco», que indica algo así como publicar algo, ponerlo por escrito. En los tiempos que corren es fácil que se empleen letras de colores sobre fondos que no tienen por qué ser blancos. Así pues, la metáfora dicha pierde un poco su sentido. Mas no importa, es una metáfora que da un punto de sabiduría al que la emite.