Federico Quevedo (El Confidencial)- DOS PALABRAS
No tardó ni veinticuatro horas en aparecer ante los medios y dedicar a Mariano Rajoy una de esas perlas cargadas con pólvora de cañón: “El presidente del Gobierno y de mi partido también ha dicho que no le gusta subir impuestos y los ha subido”. Portada de todos los medios digitales y amplio despliegue en las páginas políticas de la prensa, minutos y más minutos en radios y televisiones. Esperanza Aguirre consiguió lo que más quería: atención mediática. Se había ido, pero ha vuelto y lo ha hecho abriéndole un boquete en la línea de flotación al proyecto político de Rajoy, que pasa, ineludiblemente, por mantener la hegemonía del PP en Madrid y que la propia Aguirre pone ahora en peligro.
¿Dónde se ha visto que un Gobierno regional del mismo partido que el Gobierno de la Nación le plantee una batalla política de envergadura al segundo hasta el punto de pretender tratarle de igual a igual? Va a resultar que, ahora, los mismos que por un lado propugnan el adelgazamiento del Estado autonómico y la recuperación de competencias por parte del Gobierno central, copian al mismo tiempo los envites más atrevidos del nacionalismo, hasta el punto de que casi podríamos decir que Madrid va a reclamar también ser un Estado propio dentro de la UE…
Pero lo que resulta más sorprendente es que sea Aguirre, ya fuera del Gobierno de la Comunidad de Madrid por decisión propia, quien ahora vuelva a recuperar el papel de lideresa cuando se suponía que había dejado la política activa para pasar a un segundo plano, a una segunda línea, según dijo ella misma, que se fue, además, dispuesta a que en el futuro cercano su papel al frente del PP madrileño fuera ocupado por otra persona tras el correspondiente congreso regional.
Una partida de póker
Un congreso regional que en Génova 13 se dieron prisa en empezar a organizar -Cospedal llegó a reunirse con Rajoy para planificar los tiempos y los hechos de la sucesión en el PP madrileño- hasta que, misteriosamente, se encontraron con un muro infranqueable en los despachos de la primera planta, es decir, allí donde sigue teniendo el suyo la expresidenta de la CAM. Y es que ahora resulta que no, que Esperanza Aguirre quiere seguir, como si de pronto se hubiera dado cuenta de que no puede estar tan apartada de la política como en un principio parecía querer estar; y no se le ha ocurrido otra forma de volver que jugándole una partida de póker al Gobierno de Rajoy, pero desde la trinchera del partido y no desde la Presidencia de la Comunidad de Madrid, que era para lo que la habían elegido los ciudadanos… ¿Fraude? Habrá quien, con razón o sin ella, quiera verlo así.
¿Se ha dado cuenta ahora o lo supo siempre? La impresión que da es la de que ha sometido a un engaño consciente a todos aquellos que aplaudieron su decisión por saber retirarse a tiempo y abrir el partido a nuevos rostros, pero no. Lejos de eso, la realidad es que Aguirre no se ha ido nunca; como mucho se ha tomado unas semanas de relax para volver a la carga desde una posición indudablemente más cómoda en la que, ahora, puede permitirse el lujo de marcar con mayor precisión las distancias con su partido y con el Gobierno de Rajoy.
Prueba de ello es que el pasado 21 de octubre, mientras el resto de los miembros de la Ejecutiva del PP que se encontraban en Madrid acudían a la planta séptima de la sede en la calle Génova para seguir la evolución de las elecciones gallegas y vascas, Aguirre se reunía con su equipo en su despacho de la primera planta para hacer lo mismo y filtrarlo a las redes sociales. Después, en una estudiada maniobra, se hizo la encontradiza con los medios de comunicación al salir de la sede justo en el momento en el que terminaba la rueda de prensa Ya antes se había dado un baño mediático acudiendo a Galicia para apoyar a Feijóo, levantando más expectación incluso que el propio presidente del Gobierno.
Objetivo: el Palacio de Cibeles
Pues bien, si no se va, si además sigue ejerciendo su influencia clarísima sobre el Gobierno de la Comunidad pero sin verse afectada por el desgaste que produce gobernar en un momento como este teniendo que tomar decisiones difíciles, contraviniendo incluso sus propias declaraciones contra las bicefalias de las que antes echaba pestes (en septiembre, sin ir más lejos) y ahora bendice, ¿cuál es su objetivo?
Pues es más que evidente: el Ayuntamiento de Madrid. Las tensiones entre el Gobierno de la capital y el de la Comunidad vienen de lejos, desde que el regidor era Alberto Ruiz Gallardón, por quien el matrimonio Aznar siempre ha sentido una especial predilección. Fue Aznar quien le propuso ser alcalde, cargo que ambicionaba Aguirre, y fue Aznar quien le pidió que llevara a Ana Botella de segunda para que se fuera bregando en la política municipal. La salida de Gallardón para ser ministro y el ascenso de Botella, lejos de amainar la tensión, la elevó unos cuantos grados y desde hace unos meses la regidora municipal se ha convertido en el blanco a batir.
Con tan mala suerte para ésta última que, cuando menos necesitaba una crisis que diera argumentos a sus enemigos, ocurre la tragedia del Madrid Arena y Botella, en lugar de reaccionar rápido y con firmeza, se ve absolutamente superada por la situación, poniendo de manifiesto su escasa capacidad de mando y la ineptitud de todos los que están a su alrededor (¿es que nadie le dijo que no podía irse a un Spa en Portugal en plena crisis?). De hecho, si quiere que la tragedia del Madrid Arena no se la lleve por delante, debería ya hacer rodar cabezas y así quitarles argumentos a quienes buscan directamente la suya. Botella es un ‘enemigo’ débil para Aguirre: no ha sido elegida por los ciudadanos para ser alcaldesa, no está curtida y no tiene apoyos suficientes más allá de su propia familia, luego, en apariencia, le va a ser fácil deshacerse de ella.
El objetivo final de Aguirre no es otro que el de acceder al Palacio de Cibeles y, desde allí, controlar la capital, el partido y el Gobierno regional, al frente del cual seguirá, claro, Ignacio González. Solo hay un elemento que Aguirre no tiene en cuenta, el mismo error que han cometido todos los políticos que, en circunstancias parecidas, han depositado su ‘poder’ en manos de un delfín, y que no es otro que la condición humana: el delfín acaba convenciéndose de que está ahí por méritos propios. Pero hasta que llegue ese momento, la expresidenta va a seguir en la primera línea, y lo va a hacer con el apoyo de determinados periodistas y medios de comunicación que le bailan el agua y la jalean para convertirla en la oposición a Rajoy dentro del partido. Ya lo hicieron en 2008 y lo van a seguir haciendo. ¿Qué le deben a Aguirre? Mucha publicidad, programas de televisión… Algunos incluso han levantado emisoras de radio gracias al erario público madrileño, emisoras que no escuchan ni los más forofos. Pero todo ello es consecuencia del ‘liberalismo’ llevado al extremo.
Lo cierto, en cualquier caso, es que Mariano Rajoy y la dirección nacional del PP tienen un problema: Madrid, granero de votos, la región donde se concentra el mayor poder que haya tenido nunca el Partido Popular, tiene abierto un boquete de incalculables dimensiones por donde puede estar perdiendo respaldo electoral a borbotones. Y es así gracias a una guerra interna, a una batalla política que solo se aplacará el día en que Rajoy tome cartas en el asunto y mande a todos y cada uno de ellos a su casa; y renueve rostros e ideas en un PP madrileño que, de lo contrario, acabará devorándose a sí mismo.