Enrique Barrera Beitia
Les aseguro que ni soy seguidor de Putin ni estoy a sueldo de Rusia, pero esperaba una mayor equidistancia informativa a la hora de informarnos sobre la guerra en Ucrania, que no es convencional sino híbrida. La OTAN razonó que siendo una alianza que suma 43.0 billones de dólares de PIB podrían
aplastar económicamente a Rusia, cuyo PIB es de 1.9 billones, veintidós veces menos.
Las previsiones de los expertos eran que se hundiría el rublo, se dispararía la inflación y con las tiendas vacías aumentaría el descontento social, factor imprescindible para que cayera el régimen ruso, pues la desaparición de Putin es un objetivo más prudente y viable que derrotar a una superpotencia nuclear. Añado de mi propia cosecha, puede que imprudentemente, que tuvo que haber contactos con oligarcas rusos porque más parece aviso para navegantes que accidente, que un número significativo de ellos cayeran desde las ventanas o se partieran la crisma resbalando en las escaleras.
La resilencia de la economía rusa ha sorprendido a todos; el rublo mantiene su cotización, el PIB sólo se contrajo un 2.1%, el paro bajó al 3.8% y las subidas de ingresos desde los 36.000 rublos mensuales de enero de 2022 a los actuales 46.000 han compensando la subida de precios del 11%. Naturalmente son necesarios uno o dos años para que las sanciones hagan efecto, pero las previsiones económicas de Rusia para 2023 mejoran.
En el artículo que publiqué el pasado 4 de febrero con el título “La guerra nos afecta”, decía que aunque se daba por seguro que Rusia lanzaría una ofensiva, “no es totalmente seguro que esto ocurra, porque hay armas en el arsenal ruso que aún no se han usado, y otras que pueden ser usadas en mucha mayor
medida”. Estaríamos pues ante una guerra limitada en el plano convencional que busca preservar sus recursos militares para un escenario de futura escalada.
La actual iniciativa militar rusa parece perseguir logros operacionales centrados en ocupar la línea Sloviansk-Kramatorsk-Konstiantinivska, tres ciudades
alineadas de norte a sur con una distancia de 40 kilómetros, y cuya principal línea defensiva se sitúa 30 kilómetros al este, con Soledar y Bajmut en el centro ¿Comprenden ahora porque es estas ciudades se combate con tanta dureza?
Mientras tanto seguiremos leyendo crónicas de guerra que parecen copiadas de los informativos nazis, con “oleadas de rusos lanzados en ataques suicidas por unos mandos incompetentes”, y otras noticias necesarias para que no decaiga el apoyo a una guerra que afecta y perjudica la vida de las demás poblaciones europeas.