José Perales Garat
Cuando volví a fijar mi residencia en Ferrol hace algo más de un lustro, me encontré con la sorpresa gastronómica de que el Café Vanessa -local al que yo consideraba una cafetería de la carretera de Catabois- encabezaba la lista de recomendaciones de la celebre página Trip Advisor. “Es algo extraordinario”, me aseguraron varios de sus clientes recurrentes, y tuve que acudir para comprobarlo, para mi completo deleite. Creo que ya me vais conociendo, por lo que imaginaréis que me puse a investigar un poco (sin contratar profesionales ni nada de eso) y descubrí que tras sus fogones dirigía la orquesta un joven maestro, Alex Martínez, de la aparentemente inagotable cantera de la escuela de hostelería de Puentedeume.
Cinco años después, el Vanessa sigue encabezando la lista de recomendaciones de la página, pero ese joven cocinero y su pareja –Mar Lago– se han decidido a dar el salto en solitario después de madurar trabajando en locales de tanto prestigio como el madrileño Zalacaín, Peizas o A Gabeira... y hasta aquí lo que todo el mundo sabe a poco que se interese por la trayectoria de estos jóvenes,
Ilusión, ganas, profesionalidad y buen hacer, eso es lo que yo noté desde el primer momento. Más allá de que te gusten más o menos un carpaccio de gambón, aguacate y fresas, unos canelones de congrio gratinados o unas filloas de vaca con queso de san Simón o de que discutas con tus comensales si el steak tartar está más bueno que en otro sitio o cuál de los postres te gustó más.
Hay platos en este mundo de los que te apetece pedir un caldero y una cuchara grande, y otros que te sacian en demasía y que te hacen desear no haber pedido tanto; también hay recetas que, por conocidas, preferirías que se hubiese ejecutado de otra forma, pero más allá de lo obvio, hay inmateriales que no están pagados, como la atención al producto, el respeto al cliente o comprobar que el camarero te atiende solícito y que vive lo que te está contando y te engatusa de forma absolutamente efectiva con una somera descripción de una receta, incluso hasta el punto de que te acaba transportando a un prado durante una fría y soleada mañana de invierno mientras suena una alalá y muge una vaca rubia.
No es que Bacelo prometa, porque es una realidad, pero estoy seguro de que muchos vamos a disfrutar de su maduración porque, como me dijo mi amiga Elena, sales con las ganas de volver a probar más platos, y eso no está pagado ni reñido con nuestros cíclicos regresos a probar los clásicos que más nos han complacido de cada sitio, por humildes o excelsos que éstos sean. Los que tuvieron la suerte de probar su tapa del Tapéate Ferrol 2022 me hablaron de una evocación al rural gallego digna de repetirse en un bucle eterno, o sea que a lo mejor esta pareja es capaz con el tiempo de darnos a probar una puesta de sol de invierno en Doniños o hacernos comer el susurro del Belelle a su paso por las fragas. Ojalá lo veamos, y lo probemos.
PD1: A mí nómina de platos modernos que siempre pido como el milhojas de Casalexo o las habitas baby de Sinxelo -por citar sólo dos irrenunciables- uno sin dudarlo ni un minuto los canelones de congrio gratinados.
PD2: Apenas un año después de abrir, Bacelo se aúpa al décimo puesto en Trip Advisor y es recomendado por la Guía Michelín (es una de las cinco recomendaciones de la ciudad), y algo tendrá el agua cuando la bendicen.