José Perales Garat
Todavía relamiéndonos por el extraordinario Tapéate Ferrol de este año, la guía gastronómica más famosa del mundo, nos privó otra vez de sus máximos galardones, lo cual no tiene una explicación fácil, dado que aquí no hace más que venir gente a comer y -hasta donde yo sé- nadie se ha quejado… con la honrosa excepción de esa extraña especie que disfruta poniendo a parir cualquier cosa, como si fueran comadronas de la opinión.
Recientemente un diario local informaba de la casi plena ocupación hotelera de la ciudad en el puente de la Inmaculada y en Navidad, y los responsables de los principales establecimientos añadían que sus restaurantes estaban copados para las celebraciones previas a las fiestas en las que la humanidad conmemora el nacimiento de Jesucristo… en resumidas cuentas: no ha cabido un alfiler, y eso que los menús no son precisamente frugales y que los dineros no están para tirarlos.
¿Y cómo se explica que esta ciudad supuestamente deprimida y ayuna de dinamismo consiga congregar una y otra vez a miles de parroquianos en torno a la mesa de un local?
¡Ah, pues es muy sencillo!: Nuestra hostelería es fabulosa, y no para de mejorar, lo cual en realidad sí certifican los de Michelín recomendando visitar Frank, O Camiño do Inglés, Bacelo, A Gabeira y Modesto… y seguramente si le preguntases al inspector, te diría que en la guía se basan en unos estándares muy concretos que no se adecuan en absoluto a nuestra manera de darle al papiño.
En este final de otoño hemos vivido la campaña de la centolla y la apertura de la de la navaja, que se ha incorporado recientemente al catálogo de nuestras cofradías, también empezamos a olisquear en lontananza los primeros cocidos (todavía con nabizas) y lasmmadres y abuelas ya están ansiosas porque “enseguida” habrá que empezar el acopio para carnaval, una vez superadas la cena de Nochebuena y la comida de Navidad.
Una de las pruebas más fehacientes de esto que os cuento es la cantidad de autoridades civiles y militares que pasan por la ciudad en estas fechas, y no creo que tenga que explicar que no lo hacen precisamente para disfrutar de nuestro benigno clima otoñal, cuyas borrascas forman los únicos trenes que llegan puntualmente a la ciudad; no, insisto: las sorprendentes tapas, las raciones, las comidas de amigos, del trabajo y familiares, la temporada de setas, la de caza… en estos días tan desapacibles, todo se mueve alrededor de un mantel, con estrellas o sin ellas, y tal vez frente al amable calor de una chimenea, pero a ser posible con los nuestros.
Porque los nuestros, aunque a veces nos cueste que empiecen a serlo, son todos: el ferrolano es hospitalario (los peregrinos alaban esa virtud como la que más nos define) y no tiene que ser simpático para ello, ni siquiera sonriente, y mucho menos complaciente o adulador. No, eso no nos define especialmente: el peloteo es tan poco nuestro que vivimos en la única ciudad de España en la que la única certeza política es que cada cuatro años cesa el alcalde, normalmente colgado de la brocha y con sus proyectos en diferentes grados de cocción.
Pues bien: esa hospitalidad tan franciscana que nos define, ha hecho que volvamos a abrir las puertas de nuestras casas, para celebrar cualquier cosa: las buenas notas, la Navidad, la amistad, la extra o que un día fuimos al mismo colegio, que lo de menos es la excusa o que algún oscuro personaje de opereta nos diga si comemos bien o mal; y aún diría más: independientemente de que alguien les diga a los de fuera cómo se come aquí, porque los ferrolanos nacemos ya llorados, y por eso sabemos que, con excepción de los que deciden la construcción de infraestructuras ferroviarias, todo el mundo nos adora, hasta el punto de ser la única ciudad de Galicia que tiene diminutivo en -iño. Para que luego digan que somos la menos gallega de las ciudades, lo cual no es sino una muestra de la envidia que sienten algunos hacia nuestra ciudad lógica en un paisaje mágico: que los que nos quieren nos llamen Ferroliño es, sin duda, la más bonita declaración de amor que se le puede hacer a una ciudad.
PD: Me cuentan fuentes por lo general bien informadas que la segunda temporada de la serie Rapa ha incidido tanto en la fotografía y en las localizaciones que es más que posible que, tras su estreno, Ferroliño vea incrementado de forma notable el número de visitantes que nos honran con su presencia en la ciudad y sus alrededores, también presentes en dos producciones protagonizadas por Imanol Arias y Úrsula Corberó respectivamente. Algo me dice que pocos de los turistas abandonarán la ciudad echando de menos distinciones culinarias y que muchos de ellos quedarán enganchados de nuestra tierra. Y más gordos.