Exposición fotográfica en San Sadurniño «Os Camiños de Carlos Casares»

La Fundación Carlos Casares, en el marco de las actividades desarrolladas durante la III Jornada del programa O teu Xacobeo de la Xunta de Galicia, y con la colaboración del Ayuntamiento de San Sadurniño, ha inaugurado el lunes 17 de octubre la exposición fotográfica «Os Camiños de Carlos Casares» 

La exposición incluye 40 fotografías de gran formato de Xurxo Lobato inspiradas en textos de Carlos Casares sobre el Camino de Santiago y, en general, sobre la experiencia del viaje. Se puede visitar en horario de apertura de las oficinas municipales de lunes a viernes entre las 8.30 y las 14.30 horas

Se trata de una colección que ha recorrido las localidades de Mazaricos, Cervo, Muxía y Viana do Bolo, cerrando sus recorrido por San Sadurniño, donde permanecerá hasta el lunes 31 de octubre. A la inauguración oficial de la exposición asistieron el autor de las imágenes, Xurxo Lobato, y Håkan Casares,

Casares cumplió el rito de la peregrinación a la tumba del Apóstol en 1992, recorriendo el tramo gallego del Cebreiro a Compostela del 8 al 12 de octubre. Formaba parte de un variado grupo de quince peregrinos, de distintas edades, con distintas profesiones y orígenes, algunos de los cuales no se conocían antes del inicio del viaje. 

A pesar de su costumbre de compartir anécdotas en su columna diaria en La Voz de Galicia, el escritor no dejaría referencia alguna a esta peregrinación, aunque los artículos de «Á marxe» continuaron apareciendo periódicamente durante el viaje, con otros temas y protagonistas. “Conté un milagro que viene en el libro de Santiago y que se trata de un caballero que estaba encerrado en el calabozo de un castillo, donde se encomendó al Apóstol para que lo sacase de allí, lo cual  consiguió,  provocando que la torre se inclinase hasta el suelo para que pudiera salir caminando» , escribió el propio Casares 

Casares amaba Santiago de Compostela, la ciudad que lo acogió en sus días de estudiante universitario. Durante los últimos seis años de su vida, además, le brindó la mejor oficina que uno pudiera soñar, con las ventanas abiertas a la fachada de la catedral. Por eso no son pocas las referencias a la ciudad en su obra, donde encontramos textos explícitos tanto sobre su dimensión física o geográfica, como sobre la dimensión mítica que le confiere la invención del sepulcro del Apóstol.

Durante el primer año de carrera, Casares vivió en la Avenida de Raxoi, posiblemente la avenida más corta del mundo, que arranca en la Praza do Obradoiro y termina, cien metros y pico más allá, en la Travesa de Fonseca, al pie de la escaleras que conducen al jardín del antiguo Colegio. Los alrededores de la catedral le resultaban familiares: la Torre de la Berenguela; la plaza de la Acibechería o la propia basílica. Tan conocido como el camino a la Facultad de Filosofía y Letras, rebautizada como Geografía e Historia en 1975; la Quintana dos Mortos y los soportales de las calles. Y más allá, la Porta do Camiño y el Monte do Gozo. Es decir, la ciudad real, piedras que sostienen, dan forma y envuelven a la ciudad mítica, invisible a primera vista y que emerge del agua y la luz, entre la lluvia y las sombras.

“La primera vez que vi el mar fue en un viaje en tren, de Ourense a Santiago pasando por Redondela, allá por los años cuarenta. No recuerdo casi nada, excepto el asombro que me produjo. Con el tiempo, entre fantasías infantiles y fragmentos de conversaciones de adultos que escuchaba por casualidad, alardeé ante los otros niños de que había visto una ballena y cientos de tiburones. La realidad es que mi madre nos aseguró que habíamos visto un par de delfines. «Un viaje sentimental», Á Marge (07/8/1992)

El viaje es un hecho recurrente en la vida de Carlos Casares. Desde la temprana relación con Suecia, por su matrimonio con Kristina Berg, hasta los debidos a los frecuentes y variados compromisos profesionales. En consecuencia, el Camino se integra en su vida como una metáfora. Ambos implican ilusión, silencios y reflexión; esfuerzo y renuncias. El viaje en sí obliga. Pero también invita al contacto personal, a compartir, a conversar. 

Es imposible evitarlo cuando, como en tu caso, la bondad y la inteligencia se dan la mano, sembradas de curiosidad, y más aún de cortesía. “Esta es una curiosa experiencia de edad, que requiere peregrinar a los lugares del pasado para tomar conciencia de que los años pasan volando y que el tema de los escritores y poetas es cierto” , escribiría.

A Casares le gustaba perderse en los pueblos y ciudades, caminar por las calles y caminar por las montañas, observar las aguas y el cielo desde arenas y bancos. Sentarse en un café, mirar a la gente, hablar tranquilamente y acostarse tarde. El mundo es lo suficientemente grande y hermoso. Según él, hasta en Galicia se podría hacer un mapa de bailes famosos por sus tertulias. 

En Ribadavia, por ejemplo, estaba la de José María Chao, padre de un ministro de la Primera República. En Ourense, la tertulia de Temes en la farmacia de la Praza do Ferro. En Pontevedra, la de Perfecto Feijóo, en el número 1 de la calle Michelena, que cuando hacía buen tiempo se celebraba fuera de la farmacia, en un banco de piedra que ahora conserva el Museo de Pontevedra.

Casares y Lobato, amistad y admiración mutua

Así presenta la exposición el folleto explicativo que la acompaña, donde también se puede acceder a archivos de audio sobre la misma como complemento a las fotografías de Xurxo Lobato. El fotoperiodista y miembro de la Real Academia de Bellas Artes lo describe como «un homenaje a un amigo al que admiro mucho, un gran escritor» que se expresa a través del Camino de Santiago «donde nació, vivió y murió».

Según Lobato, a través de las 40 imágenes colocadas milimétricamente siguiendo códigos visuales y temáticos “hacemos un recorrido por lugares vinculados a su biografía y su literatura y, por supuesto, a los caminos jacobeos. Unimos fotografía y literatura para mantener vivo el espíritu, la obra y el legado de Casares”.

Por su parte, Håkan -hijo mayor de Kristina Berg y Carlos Casares, además de administrador de la Fundación promotora de la exposición, retrata al escritor describiéndolo como «una persona muy observadora que trasladaba parte de lo vivido a su literatura. Creo que cualquiera que se acerque a sus escritos puede darse cuenta de cómo la interpretación del país forma parte de su literatura como uno de los principales recursos que utiliza»

La figura humana y literaria de Carlos Casares se cierne sobre todas las fotografías con las que Xurxo Lobato le rinde homenaje. Ambos se conocían desde hacía mucho tiempo y se tenían estima mutua, algo que también destaca el resultado de la exposición. “Creo que el resultado es muy bonito”, destaca Håkan.

“Mi padre y Xurxo tenían una relación de amistad y admiración mutua. Xurxo habla de mi padre como un gran escritor y mi padre habla de Xurxo como un gran fotógrafo. Creo que esta interacción entre dos personas que se tenían mucho cariño y que son dos grandes artistas, dió un resultado magnífico»

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