José Perales Garat
Bueno, me voy a tener que explicar directamente con lo del malvado Carabel: cuando en 1931 Wenceslao Fernández Flórez escribió El Malvado Carabel (que fue llevada al cine en 1935 y en 1956), no creo que imaginase que en el Ferrol natal de su señor padre y donde trabajó en su Diario ferrolano cuando todavía no existía la Estrella Galicia y Rodolfo Ucha no había empezado a colorear la ciudad, iba a existir un mesón que se iba a llamar O’Carabel, que
además iba a hacer las delicias de todo aquel que se deje seducir por la simpatía de Isabel y la amable sobriedad de Manel.
No creo que Manel e Isabel sean malvados, y he de confesar que ignoro si el nombre del mesón tiene algo que ver con “la visión desencantada de la hipocresía social” que nos ofreció el sensacional escritor, seguramente uno de los mejores escritores gallegos y españoles del Siglo XX, y casi el único que triunfó durante la república y durante el franquismo, pese a permitirse el lujo de criticar los dos regímenes cuando así le pareció oportuno.
Pero yo, ya sabéis, no soy de escribir críticas negativas, y antes preferiría desplegar la magistral ironía que nos enseñó Don Wenceslao que achacar ninguna mala intención a la sartén de almejas, a las parrochitas, al combinado de croquetas (las de huevos fritos con chorizo son un diez), a los calamares, al rajo al Cabrales o a los mini-cachopos con cecina, y muchos menos a los postres.
No: está claro que ese mesón no puede estar gobernado sino por seres bondadosos, que estoy seguro de que no han tenido parte en el misterioso caso de la sustracción y posterior cambio de ropa que sufrí el pasado verano, y he de decir que una segunda opinión médica me ha hecho recordar que el calor dilata a los cuerpos, o sea que seguramente en cuanto refresque, podré al fin ponerme esas minúsculas prendas que algún desaprensivo ha dejado en mi armario.
Y vosotros, si queréis comer fantásticamente bien, acercaos a la Calle del Sol y dejaros guiar por las sugerencias de Isabel y dejad que Manel os recomiende un buen vino: yo llevo yendo como veinte años, y todavía no me han fallado nunca.
Y sí, creo que a los cuerpos también los dilata, el calor digo.