Enrique Barrera Beitia
Todos deberíamos desear que la guerra en Ucrania termine, porque diariamente causa muerte, destrucción y una desorganización económica que incluye el riesgo de hambruna para los países pobres, y una alta inflación en todos los países europeos. La duda es conocer en qué momento considerarán correcto detener el conflicto los que pueden hacerlo. La clase política occidental pregona que sólo es admisible la derrota militar rusa, pero ya afloran importantes grietas, porque mientras Alemania, Francia e Italia quieren forzar cuanto antes un acuerdo, EE.UU quiere alargar la guerra, y es que las sanciones a Rusia son un fracaso y perjudican casi exclusivamente a la Unión Europea.
La Casa Blanca ha logrado aprobar un paquete de ayuda de 40.000 millones de $ para Ucrania que contiene un dato clave: se trata de una cantidad a utilizar en tres años. Quiere esto decir que el Pentágono desea un conflicto largo porque el verdadero interés estadounidense se centra en contener a China, y dado que este país tiene una relación estratégica privilegiada con Rusia, debilitar a su principal aliado debilitará también al gigante asiático.
En el momento de escribir estas líneas, la batalla en el caldero del Dombass se ha inclinado claramente a favor del ejército ruso, por lo que en unos días se abrirá una ventana real para negociar la paz.
Mi opinión particular es que Rusia terminará ganando la guerra, y que cuanto más se prolongue esta más fuerte será su posición, por lo que lo sensato es convencer al gobierno ucraniano para que además de renunciar a entrar en la OTAN, también renuncie a los rusófonos oblasts de Crimea, Lugansk, Donetz, Zaporiyia y Jerson, que suman 135.000 kilómetros cuadrados de los 603.000 con que cuenta Ucrania.
Forzando la situación, sería posible incluso que sólo renunciara a Crimea, y aceptará una confederación con los restantes territorios. A los amantes de los discursos grandilocuentes, del honor y de la dignidad de los pueblos, y del inamovible principio de la integridad territorial, hay que recordarles Kosovo, pero sobre todo la cruda realidad. Si Zelensky espera con la ayuda occidental tener listo tras el verano un ejercito con capacidades ofensivas para recuperar lo perdido, puede terminar perdiendo también los 121.000 kilómetros cuadrados de los oblasts de Jarkov, Mikolaiv y Odesa.
La triste realidad es que los ucranianos están luchando y muriendo por una estrategia geopolítica que les utiliza como simples peones. Se les animó a pedir el ingreso en la OTAN y a no cumplir los acuerdos de Minsk de 2015, que hubieran permitido mantener integrados en Ucrania a los territorios rusófonos con la simple concesión de una amplia autonomía, y ahora se les da armas, no para sentarse en la mesa de negociaciones con la mejor posición posible, sino para mantener en el tiempo una guerra que termine desalojando a Putin del Kremlin.
Y ahora una pregunta terrible ¿Estaríamos en guerra si Donald Trump hubiera ganado las elecciones?