Aroa Fandiño Serrano
Erase una vez, un hombre que pronunció un discurso. Podría tratarse de cualquier hombre y uno de los muchos discursos que habrán pronunciado los hombres. Sin embargo, esta historia se centra en un hombre francés, Robert Schuman, devenido en padre fundador de la historia reciente de Europa
y del texto de referencia de la llamada construcción europea, texto que debería estudiarse en todas las escuelas de la Unión. Con este discurso, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (la CECA) comenzaría un largo y sinuoso camino que nos llevaría a la actual Unión Europea.
Un detalle que siempre pasa desapercibido (para la desgracia de la memoria europea) es el lugar en dónde se produjo este discurso. Los lugares son importantes, añaden simbolismo a las palabras pronunciadas. Este lugar es vital para entender el renacer democrático europeo. El lugar no es otro que el parlamento de los parlamentos europeos, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (una organización internacional de carácter intergubernamental creada un 5 de mayo de 1949, es decir, un año antes que la CECA). En el hemiciclo de esta Asamblea que reúne a parlamentarios de los (ahora) 46 estados europeos miembros del Consejo de Europa, Robert Schuman presentó la innovadora idea de crear una autoridad común supranacional que gestionase el carbón y el acero y, con ello, controlar que este material no se volviese a utilizar para comenzar otra guerra. Este hemiciclo permitiría al actual Parlamento Europeo comenzar sus trabajos y, años más tarde, al renombrado federalista Altiero Spinelli proponer su plan para avanzar en la integración de la Unión.
Como se puede ver, la simbología no es baladí. Y hoy, 72 años después, un 9 de mayo de un año terrible para la paz europea, la presidenta de la Unión (Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea), ha comenzado su discurso mencionando a otra Úrsula de la historia europea, a aquella Ursula Hirschmann que luchó contra el fascismo y que fue la “número 2” del incipiente grupo de federalistas europeos.
Me siguen fascinando las caras de estupefacción cuando afirmo dos creencias que sostienen mi convencimiento en Europa: 1. que la Unión Europea no sería la que es ahora sin la influencia, apoyo y referencia permanente del Consejo de Europa y, 2. que el futuro de la Unión pasa por la federación europea.
Y, he aquí, dos “realizaciones concretas” europeas (como las que mencionaba Robert Schuman en su discurso). Son dos realizaciones que siguen sin verse demasiado pero que ahí están en cada instante de nuestra historia europea más reciente.
Hace no tan poco tiempo hablar de federación europea era de idealistas e ingenuos, hoy es cada vez más común escuchar referencias al federalismo europeo en los discursos de líderes tanto europeos como nacionales (como recientemente Mario Draghi hablaba de “federalismo pragmático” ante el Parlamento Europeo). Algo está cambiando. Sigue pareciendo borrosa y lejana, pero no dudo que llegará un momento en que la cooperación entre Consejo de Europa y Unión Europea, que ya existe, sea cada vez más visible y clara.
Llegará el día en el que la estupefacción dejará paso a la certeza, al convencimiento europeo. Mientras tanto, caminante, nos vemos haciendo el camino al andar… ¡Feliz Día de Europa!