No me gustan los hombres calvos

Pedro Sande García

 

Me van a permitir que comience esta crónica disculpándome con los hombres calvos. No tengo nada contra ustedes, señores calvos, es más, soy y me siento parte de su colectivo. También les quiero decir que el título de esta crónica es falso y no transmite la realidad de mis gustos estéticos sobre los hombres. Recalco lo de «gustos estéticos» para puntualizar sobre lo que estoy hablando, pretendo eliminar cualquier posible confusión que exista, una confusión secular que confunde sexo con estética.

No creo que la cantidad de pelo sobre el cuero cabelludo tenga una relación directa sobre el atractivo de un hombre, tampoco sobre el de una mujer. En el caso del sexo masculino existen ejemplos de hombres guapos y atractivos sin pelo en la cabeza, se me ocurre citar al exótico Yul Briner, un hombre cuya falta de pelo no era debido a la alopecia sino a un recurso utilizado para representar en el teatro, y más tarde llevar al cine, la obra El rey y yo. Debió gustarle el recurso y decidió mantener su cabeza rapada. Llegado a este punto no puedo dejar de citar dos referencias masculinas, tengan pelo o no, los que
ocupan lo más más alto del podio, los hombres que considero más guapos, atractivos y elegantes: Paul Newman y Gary Grant.

A estas alturas, leyendo ustedes esta crónica, se preguntaran cuál es la razón del título y, también, cual es el objetivo de este artículo. Yo también me lo pregunto, me ha ocurrido lo que les he comentado en alguna otra ocasión, cuando comienzo a escribir pongo un rumbo a la nave pero luego dejo que el oleaje sea quien decida el destino y los distintos puertos en los que atracar. De lo que yo quería hablar es de un bofetón y no tanto de hombres atractivos y de alopecia. El título que he puesto ha sido para llamar la atención, y puse «hombres» ya que si hubiera puesto «mujeres» se desviaría toda la atención hacia otros temas, y seguro que sería tachado con infinidad de calificativos sobre los que no tengo ningún interés en iniciar una discusión.

Me van a disculpar que de un salto mortal, ha sido el fuerte oleaje, y que cambie de puerto. Aunque ya han pasado muchas semanas les tengo decir que no he visto el ritual de entrega de los Oscar, no recuerdo haber visto ningún certamen de este tipo salvo imágenes anecdóticas. No es una razón de falta de interés por los premios, es que en las ocasiones en que lo intente tuve que desistir por ser una ceremonia demasiado tediosa, además de que el chiste fácil de los cómicos norteamericanos, sea profesional del humor o político, no me suele hacer ninguna gracia. Este año, 2022, hubo otra razón para ni siquiera intentarlo, quise apoyar con mi modesta ausencia a los que, por razones puramente comerciales, les negaron su presencia en la entrega del mayor galardón que se otorga en el mundo del cine y que de manera inexplicable les han dado sus premios fuera del escenario oficial, en concreto fueron ocho categorías entre las que se
encontraba el Oscar al mejor corto de animación que recayó en el español Alberto Mielgo.

Me imagino que verán ustedes que me voy acercando al tema objetivo inicial de esta crónica. No voy a escribir mucho, no vaya a ser que me gane un bofetón, sobre la señora Jada Pinkett, solo les diré que me parece una mujer muy atractiva y lo digo cuando solo la he conocido sin pelo, en su vida anterior, cuando no padecía alopecia, no entraba dentro de mi círculo de personajes conocidos. Sobre lo que ocurrió entre su marido, Will Smith, y uno de los presentadores de la gala, Chris Rock, lo enmarcó dentro de otra de las razones por las que no veo estos certámenes, la vulgaridad y el mal gusto que predominan en estos tiempos.

La broma de Chris Rock es un ejemplo de lo que les comenté hace unas cuantas líneas, el chiste fácil y vulgar. En cuanto a la reacción de Will Smith que quieren que les diga, no me imagino ni a Paul Newman ni a Gary Grant comportándose de una manera tan poco elegante, me los imagino, entre bambalinas y
fuera de las miradas del público, retando al insidioso cómico a un duelo, a pistola o a espada, algo mucho más noble y elegante que una vulgar bofetada. Es cierto que este reto a duelo también convertiría a los retadores en machos alfa, como si sus respectivas parejas, sean hombres o mujeres, no tuviesen los suficientes arrestos como para defenderse por sí solas.

No olvidemos que esto del macho alfa nos puede ocurrir a cualquier de nosotros, imagínense ustedes mismos en una situación similar con su pareja, del mismo o diferente sexo, agredida verbalmente, ¿Cuál sería su reacción? En mi caso les puedo decir que me encantaría optar por la solución del duelo, conozco un lugar perfecto para ello, el parterre de los duelistas en el parque del Capricho de Madrid. La realidad es que creo que no haría nada, algo fácil de decir cuando estoy sentado delante del portátil, mi pareja tiene la suficiente capacidad para responder de una forma mucho más adecuada.

Termino con dos apuntes, el primero para aclarar que lo ocurrido en la gala de los Oscar es parte del gran espectáculo de Hollywood donde la estridencia y el mal gusto no pueden faltar, y el segundo para pedir perdón, de nuevo, a los hombres calvos.
Cuídense mucho.

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