Putin na obrivie (Putín en el precipicio)

Enrique Barrera Beitia

La guerra en Ucrania nos afecta en el corazón y en el bolsillo. Por un lado el rechazo a la guerra y la defensa de los valores democráticos, pero también el bienestar de los españoles, porque las sanciones económicas reducirán nuestro crecimiento económico y aumentará la inflación. Lo mejor para todos sería
que Rusia se democratizara, porque ahora mismo una oligarquía domina el país bajo la forma de una falsa democracia, que es peor que una democracia imperfecta.

A mi entender es más fácil un cambio de liderazgo que de sistema político. La capacidad represiva en Rusia ha sido y es mucho menor de lo que comúnmente se cree en Occidente. Recordemos que la URSS se autodisolvió sin muertos, y que este asombroso hecho nunca se hubiera dado con un todopoderoso sistema autoritario. En la URSS se solapaban dos aparatos administrativos, el colonizado por los comunistas (los “apparátchik”) y el de los ministerios y agencias gubernamentales, controlado por los modernizadores (“Nomenklatura”). Ambos grupos pugnaron entre sí tras la muerte de Stalin en 1953.
Triunfaron los segundos y se hicieron con los activos industriales y bancarios tras una privatización que ellos mismos diseñaron, por lo que la antigua Nomenklatura es la actual Oligarquía. Salvando las distancias, es como si durante nuestra anterior dictadura, el Movimiento Nacional hubiera ilegalizado a la
Falange y los espacios de poder hubieran sido ocupados por los tecnócratas del Opus Dei.

Pues bien, si los oligarcas intuyen que puede haber una revuelta que democratice Rusia, antes de que esto ocurra cambiarán a Putín, que ahora mismo es muy vulnerable por la oposición de la ciudadanía rusa a la guerra, porque el apoyo de China está muy matizado, y sobre todo, por el impacto de las sanciones en los
beneficios de los oligarcas. Putin sólo puede sobrevivir políticamente si concluye la guerra con un éxito político, pero es muy complicado, porque anunció como objetivo irrenunciable cambiar el gobierno ucraniano, y dio a entender que una parte de Ucrania debía “reintegrarse” en Rusia. Es difícil adivinar el
futuro, pero no sería descabellado que para Occidente las únicas concesiones al Kremlin compatibles con el levantamiento de las sanciones, sean hacer la vista gorda con Crimea y no integrar a Ucrania en la OTAN.

 

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