José Perales Garat
La hoja en blanco, no aburrir a los lectores, el vértigo ante la pérdida de audiencia: ¿Debo hacer un reseteo y replantearme lo que estoy haciendo desde abril y con veintiún artículos publicados ya o la cosa va razonablemente bien? Pues no lo tengo claro: mi mujer dice que he engordado, algunos de mis conocidos me tratan como si fuera un crítico gastronómico de verdad y me afean mis artículos, otros me preguntan si me pagan por comer en esos sitios, e incluso uno de los protagonistas de mis artículos me reprocha que ya no he vuelto a su local.
Vamos a ver: lo malo que tienen estas ocupaciones a tiempo parcial es que, nos guste o no a los que nos embarcamos en ellas, tenemos cierta responsabilidad con respecto a lo que escribimos; yo no quiero hacer críticas negativas, pero tampoco quiero mentir por el hecho de que lo que escriba tenga más o menos difusión. La idea, como os conté al principio, era ensalzar la gastronomía de Ferrol y de su comarca, del Golfo Ártabro o de Galicia, comentaros algún producto nuevo y contribuir todo lo humildemente que me permita mi ego, en fin, a que Ferrol no sea ajeno a ese renacer gastronómico que están teniendo España en general y Galicia en particular.
Estos días se han fallado varios premios gastronómicos, como sin duda ya sabréis, y el
vencedor absoluto ha sido un queso de cabra español, el Oladivia de Quesos y Besos, una quesería de Guarromán (Jaen) en la que trabajan seis personas. El queso en cuestión tiene una fina capa negra de cenizas de aceituna, se vende on-line a cuarenta euros el kilo y está agotado y tiene lista de espera. Entre esos quesos “super-gold”, por cierto, están algunas rarezas gallegas: uno queso de oveja curado de Queserías Feijoo (Celanova, Orense), ese Touzavella Viejo de cabra murciano-granadina del que ya os he hablado, y el Savel del que os hablé la semana pasada: un queso azul de vacas de raza Jersey.
También se han elegido en algunas guías los mejores restaurantes del mundo, los mejores vinos, los alimentos más destacados y todas esas cosas que endulzan nuestra vida y sanean la cuenta de resultados de los gimnasios. Galicia está presente y en la parte alta de todos esos premios. Esta misma semana, la Guía Campsa ha repartido sus soletes, y les ha concedido cuatro a locales de Ferrol: al famoso O Alpendre de Pichu en Doniños, a Josefa’s, a la novedosa A Barcia y a David Freire.
En Ferrol, otrora la Ría más productiva de España, nos enfangamos con un parásito que ataca a nuestra almejas y sólo ahora parecemos querer enterarnos de que tenemos una gastronomía extraordinaria amparada por toda la cadena desde los recolectores o productores hasta la hostelería, y por eso les conceden esos soletes a un chiringuito de playa que hace unos bocadillos que te mueres, a un mesón que hace kebab de pulpo, a un local que ofrece un hot dog de rape a la cedeiresa o a un local que ofrece menús degustación basados en el producto.
Pero en Ferrol (e bisbarra): ¿Se puede hacer algo más a nivel municipal o supramunicipal para que todos los alimentos de la comarca disfruten del conocimiento necesario por parte de los profesionales y los consumidores? ¿Damos el valor suficiente a lo que se nos ofrece en la comarca? ¿Somos capaces de apreciar lo que otros notan desde el primer bocado? Voy a ser pesado, y voy a insistir: No, no lo hacemos, y por eso la mayoría ignoramos que ya hay centollas en la plaza o que ya no hay zamburiñas, y por eso pagamos por vieiras del Pacífico en vez de estar disfrutando de lo que ahora hay en la plaza.
Yo os animo a que estos días recorráis nuestros locales de hostelería y degustéis esos pinchos que se servirán por tres euros en el Tapéate Ferrol, pero también a que reflexionéis acerca de lo que estáis comiendo, y que os preguntéis por qué en Vigo se comen ostras y aquí no, por qué teniendo ahí al lado el Forgoselo, La Capela o Monfero no hemos tratado de llevar al Olimpo a nuestros quesos, mieles y grelos, por qué nadie habla de nuestras carnes teniendo esas suaves colinas llenas de posibilidades, por qué nuestros panes no están en ese podio en el que se enseñorean Cea y Carral, por qué en Betanzos tienen siete bodegas y aquí sólo unos viñedos que debemos a nuestro paisano Marcial Pita, o por qué los pimientos del Couto no
gozan de la justa fama que deberían tener que sí disfrutan los de Arnoia o Padrón.
Y es que yo creo que a los ferrolanos nos pasa como a Supermán: necesitamos salir de aquí para que surjan nuestros poderes, y también creo que hay algo en nuestras aguas que nos inhibe, nos cohibe o nos prohibe llegar a donde deberíamos. Y también creo, y os dejo descansar, que como pasa con las fragatas, en el momento en que lo decidamos, seremos imparables y alcanzaremos esa excelencia que tanto nos cuesta buscar, sea con vinos, carnes, quesos, pescados, mariscos o con cualquier cosa.
Porque tener, tenemos de todo y -parafraseando a Julio Iglesias- lo sabemos. Lo que pasa es que somos como Warren Sánchez: por humildad, no lo queremos decir.