José Perales Garat
–No pude sino sorprenderme de que estos días el restaurante Josefaś se viera envuelto en una polémica que llegara a varios medios de alcance nacional, y menos cuando esta colaboración ya estaba escrita y pendiente de enviar a la redacción para pegarle un último golpe de horno y salir al comedor, pero independientemente de las polémicas en que periódicamente se pueda ver envuelto cualquiera, os cuento mi impresión acerca de ese local que nos muestra por donde van los tiros de la cocina y por donde van a ir en los próximos años. Y empezamos.
La asunción por parte del público en general de que algún local en concreto es “el mejor” es algo muy común, como si se pudiera comparar un huevo con una castaña. En esto de los gustos pasa como con las personas, que hay más días que romerías, especialmente cuando vives o frecuentas un sitio como Ferrol: en El Mundial de Fene tomé el mejor lacón con grelos que he tomado fuera de una casa materna, hasta el punto de que las orejas, torrijas y freixós parecían hechos por mi madre, en el Nautic unas sardinas en escabeche que quitaban el sentido. Os diré que cuando tomé el lacón bebí un vino tinto con cuerpo y madera que mejoraba los sabores y la digestión, y que cuando tomé las sardinas me deleité con una copa de treixadura liviana como el beso de un niño… ¿Y cuál es mejor de los dos? Pues ninguno,
claro, como no son mejores los revueltos de setas que los percebes.
Dicen los americanos que no se pueden comparar naranjas con limones, o manzanas con peras, o algo así, y el caso es que no creo que haya sitios mejores en general, sino ofertas distintas que se hacen más atractivas para según que momentos y qué clientes, y a mi mujer y a mí nos encanta Josefa’s y siempre que lo visitamos salimos encantados.
Algunos ya lo sabéis, pero Josefa’s viene siendo algo así como un apéndice del Camiño do Inglés, y está en el local que ocupaba éste en la Calle de San Francisco. Es un local moderno, sencillo y nada recargado, en el que el auténtico protagonismo recae exclusivamente en la comida.
Tiene una carta corta, de la que hay dos cosas que siempre pedimos: el kebab de pulpo y el churrascoreano, que ya os hace ver que la fusión es la verdadera seña de identidad y bandera del local. Y yo, que soy de los que creo que no hay que fusionar porque sí, creo que hay que reconocer el mérito de idear un kebab cuyo relleno está compuesto por pulpo y aceitunas, con lo que se pega un recorrido desde el mundo árabe hasta nuestra costa ártabra pasando por todo el Mediterráneo. Con el churrascoreano pasa un poco lo mismo, aunque en mí caso no pueda juzgar cuánto se parece el plato a uno de Corea, puesto que no es una cocina con la que esté familiarizado.
En esta ocasión tuvimos que volver a pedir las alitas de pollo deshuesadas, porque íbamos con dos neófitos, y me gustaron tanto como la primera vez que las probé: el crujiente que consiguen y la sencillez del plato te hacen quedarte con ganas de más.
Complementamos con un arroz tres delicias con pechuga escabechada muy fresco y sabroso y con unos postres entre los que yo siempre destaco el arroz con leche, porque hasta en eso soy ferrolano y no puedo pasar por alto una ocasión de tomarlo, y menos éste que se oculta bajo una fina cubierta de caramelo y que está francamente conseguido y muy bien acabado, aunque todos los postres estaban francamente buenos.
Si sois de vinos blancos os recomiendo que probéis el Godeval, que te pide una copa detrás de otra, y si sois inquietos que disfuteis de una cocina joven con propuestas tan interesantes como el ceviche caliente de rape a la cedeiresa (dicen que le gusta incluso a los defensores del salpicón), el tonkatsu de cerdo alimentado con castañas, el txaca de peixe o la pizza de sardinas.
Y disfrutad tranquilamente de un servicio amable, de un local acogedor, de una propuesta diferente y de un aire nuevo que nos vuelve a hacer pensar en que sólo con una base de buena cocina casera y con cultura gastronómica se puede uno atrever a mezclar tantas elaboraciones e ingredientes y que el resultado sea simpático, sabroso y agradable, especialmente cuando conoces los ingredientes y tienes una cierta cultura gastronómica, que desde luego es el caso de los responsables del local.
Y sí, como pasa en casi todos los sitios pequeños, cuando alguien grita molesta a los demás; creo que tiene que ver con la transmisión del sonido, pero mucho más con la educación de los comensales… o la falta de ella.