José Perales Garat
El verano no acaba de entrar, se dice en Ferrol, con esa memoria tan propia de los pueblos en los que el sol no siempre se deja ver. Decía mi padre que en la que fue la primera campaña turística para atraer visitantes a la ciudad se eligió el lema “Ferrol, playas, marisco y sol”, y que los foráneos que vivían aquí apostillaban que el problema es que el sol está por encima de las nubes, que las playas están por debajo de las nubes y que el marisco está por las nubes.
Para mí el verano es un tiempo en el que acopio bocadillos para el invierno, como hacen los osos con los salmones; los que ya peinamos canas, recordamos aquellos años de la mili en los que discutíamos cuáles eran los mejores bocadillos: el Órdenes, el América, el Gato Negro, el RIMAR, el Fontao, la Maña… no sólo los reemplazos y la juventud disfrutábamos de la sencillez de cortar una barra de pan a la mitad, abrirla en canal e introducir en su interior cualquier cosa menos sopa, sino que irse a la playa o de excursión con un bocadillo era una actividad común a la mayoría de la población sin que nadie creyese que eso merecía un solo comentario.
Sin embargo, hay sitios y personajes que siguen considerando el bocadillo como un placer que todavía puede evolucionar, y en un sitio en el que abundan los panes extraordinarios no deberíamos dejar pasar por alto la excelente sencillez de un bocadillo, sandwich, emparedado o como queráis llamarlo.
Y ahora el rodeo sin el que yo no sería yo: algunos conoceréis la marca Prada a Tope, que es propiedad de un hippy del Bierzo que empezó a amasar su fortuna asando pimientos y vendiendo botes de peras al vino. Recuerdo la única entrevista que leí, creo que de las pocas que concedió, en la que manifestaba que para él el mayor placer consistía en hacerse un bocadillo con alguna conserva y pasear por las tierras de Cacabelos; fijaos que simpleza y que placer comprar una buena lata de sardinas, chipirones o mejillones y llenar con su contenido un buen pan… pues eso es de lo que se trata, y por eso ayer me puse a reflexionar después de recibir un mensaje de mi buen y viejo amigo Luis en el que me contaba sus intenciones de promover un monumento a los marineros de reemplazo en las inmediaciones de la Plaza Vieja.
En Cartagena se ha instalado un monumento al Infante de Marina, y en San Fernando
existe una ruta de los bocadillos de la mili, y en cambio en Ferrol, y casi como único
recuerdo, llamamos a la Sala de Armas del Arsenal “el Cuartel de Instrucción”, seguramente desaprovechando un potencial turístico que contribuiría a incrementar la cuenta de resultados de toda esa economía que gira en torno a la hostelería.
Y sin embargo, en Ferrol se siguen haciendo algunos bocadillos dignos de sacarse el
sombrero y que no son excesivamente valorados como fuente de ingresos.
El Zahara, en la Plaza del Callao, compite con el Ankha y El Canario por servir el mejor bocadillo de tortilla de toda la Costa Ártabra, y la rivalidad de estos tres locales es equiparable a la del Real Madrid, el Barcelona y el Atlético, no existiendo más que razones vagas para amar uno de los tres bocadillos que reinan en la ciudad; no deja de ser curioso que apenas se mencionen las otras ofertas de bocadillos de dichos locales o que no se incluyan otros meritorios en la pugna, pero para los iniciados sólo diré que si un bocadillo en pan de Joane con tortilla estilo betanceiro compite con uno en pan de barra con una tortilla fina y cuajada es porque los muñidores de ambas recetas han logrado la excelencia en lo que buscan.
En Esteiro, ese barrio al que rodean un campus universitario, tres institutos, un centro de Formación Profesional y astilleros e instalaciones militares, Algo Así ha querido subir la apuesta con un local dedicado en exclusiva a dicho manjar, y en Amboage tenemos una moderna con La Premiere Bocatería, que lleva el sencillo emparedado un poco más lejos.
Tenemos también sitios como La Bellota, A pedir de Boca, el Blablá o El Ferrolano, los dos locales de Eder, En Panes, Juventud o las comerciales hamburgueserías que todos conocemos, y no olvidemos que la mismísima Guía Repsol acaba de distinguir al chiringuito de Pichu en Doniños, O Alpendre, con uno de sus galardones, y que Pichu ha llevado a los bocadillos a los niveles de excelencia necesarios para que la prestigiosa guía se fije en ellos.
Y ahora que Enrique ya ha vuelto a casa, os cuento que yo hago bocadillos para cenar casi todas las noches, con conservas, con huevos revueltos o con casi cualquier cosa que no se caiga demasiado por los lados. Uno de mis preferidos es una copia customizada de una pizza que tomé en Canarias, y consiste en coger un buen pan y rellenarlo con jamón serrano, aguacate y queso, mientras en la tapa untamos un poco de tomate y aceite de oliva para después hornearlo y pulverizar encima esa trufa que ahora venden en casi cualquier supermercado. Os lo recomiendo de verdad, y si queréis hasta un día os invito a probarlo… pero en casa, porque ese es uno de de esos bocadillos que conviene comer sentado y con apoyo de una mesa.
Y nada más en esta ocasión: Recordad que no podéis hacer nada para que salga el sol y
que los gallegos podemos estar un poco más gordos que los demás y seguir siendo una de las comunidades más longevas del mundo, debe de ser por el laurel, o por el frío… o
porque tampoco le damos tanta importancia a las cosas como en otros sitios.