Bondad y maldad

Pedro Sande García

Caminar es un excelente ejercicio físico, es bueno para la hipertensión, el colesterol, la diabetes, la obesidad, así como muy bondadoso como ejercicio aeróbico.
También tiene un sinfín de bondades sobre nuestra salud mental: relaja, permite reflexionar con tranquilidad, evita la ansiedad y en muchos momentos adormece la capacidad de pensar lo cual es un excelente ejercicio para la mente.

Fue en una de mis caminatas cuando surgió la idea de escribir sobre la bondad y la
maldad. En la mayoría de las ocasiones no soy consciente de cuál es el motivo que me
hace reflexionar sobre un determinado tema. Tampoco tiene mucho interés para mí, estoy seguro de que hay una razón, pero prefiero sentir el placer que me produce el misterio y el desconocimiento sobre el comportamiento de mi mente. En esta ocasión, el primer impulso surgió al día siguiente de las elecciones a la Comunidad de Madrid del pasado 4 de mayo, cuando estaba pensando en el resultado electoral. Sigo preguntándome cual es la razón de que caminando a un buen ritmo por el parque de El Retiro, se activará algo en mi mente que relacionase los comicios electorales con la bondad y la maldad.

Ese día no fui mucho más allá de cuestionarme la razón de que en cada individuo, todos nacemos y nos desarrollamos con una carga de bondad y maldad, la balanza se incline hacia un lado u otro. Ahí lo deje hasta que pasaron los días y de nuevo surgió la misma reflexión. Fue en otra andaina, permítanme que utilice este hermoso término gallego que según la Real Academia Gallega significa: «Camiño que se anda» y que creo que no necesita traducción para que todos ustedes lo puedan entender. Pues bien, en esta andaina, también por el parque de El Retiro, y en el breve descanso que suelo hacer pasada una hora de caminata, me encontré con el siguiente comentario en facebook: «Es tan inhumano ser totalmente bueno como totalmente malvado. Lo importante es la elección moral. La maldad tiene que existir junto a la bondad para que pueda dar esa elección moral». La Naranja Mecánica (1971). Desconozco a quien hay que atribuirle la sentencia, si a Anthony Burgess, escritor de la novela, o a Stanley Kubrick que fue quien adaptó y dirigió la película. En cualquier caso me llamaron la atención las tres primeras palabras «Es tan inhumano», lo primero que pensé es que esa introducción se podría sustituir por «Es tan humano».

No sé si ustedes en alguna ocasión se han planteado este dilema, ¿somos buenos
o malos por naturaleza? o ¿es nuestro entorno el que nos convierte en seres bondadosos o malvados? En mi opinión la bondad y la maldad son cualidades, ambas, con las que nacemos los seres humanos, más o menos acentuadas en cada uno de nosotros. Una vez que nacemos será el entorno en el que nos desarrollamos el que marcará unas características que se impondrán sobre las demás. La bondad y la maldad no son excluyentes entre sí, un mismo individuo tiene diferentes comportamientos dependiendo de la situación y el entorno en el que se encuentre. Es todo ello lo que nos convierte en seres únicos, sin excepción. Y es en esta diversidad donde surgen los comportamientos extremos, encontrándonos con individuos muy malos y otros extremadamente bondadosos, estos últimos, en la mayoría de los casos, son personas anónimas.

En medio de este pensamiento me surgió la intriga de saber cuál había sido el motivo de que toda esta reflexión, por primera vez, se activara al día siguiente de las elecciones en la Comunidad de Madrid. Comenté al principio de este artículo que caminar es un ejercicio estimulante tanto para nuestro componente físico como para el psíquico, eso facilita que este tipo de cavilaciones se hagan de forma relajada, y fue este sosegado estímulo el que me llevó a la conclusión de que todo había surgido por la directa relación que hay entre «política» y «poder». El poder, el que se escribe con mayúsculas y el que se escribe con minúsculas, es una de los objetivos más ansiados por el ser humano. Por motivos diferentes ocurre lo mismo en el resto del mundo animal, y en el caso de los seres autodenominados, con cierta soberbia, «racionales», una de las múltiples vías para conseguir poder es el mundo de la política.

Es tal la ansiedad que provoca el poder, tanto para alcanzarlo como para mantenerlo, que es uno de los motivos que con mayor frecuencia activa la maldad en el ser humano. Es la razón por la que, en el caso de la clase política, el ser humano debe tener una capacidad superior de control sobre sí mismo, y por si esto fallara, lo que ocurre en la mayoría de los casos, es una actividad que debe someterse a unos exigentes mecanismos de control que impidan comportamientos malvados. No piensen que la palabra malvados está reservada para los malos de las películas, yo creo que el que roba de lo público, el que miente a quien le ha elegido o el que traiciona a sus compañeros, es un malvado como los de las películas. Y aquí surge una nueva pregunta ¿son los políticos más malvados que el resto de los seres humanos?, permítanme que les responda con una rotunda negación. Nos encanta decir que los políticos son los más malos de la película, nunca reconoceremos lo que somos
capaces de hacer dependiendo de nuestras circunstancias.

Ninguno de nosotros, no niego que existan algunas excepciones, somos inmunes a tener comportamientos, llamémosles «inadecuados», cuando somos inoculados por el virus del poder. Es esa la razón de que la única manera de impedirlo sea con el «autocontrol» o con mecanismos que impidan esos comportamientos inadecuados, en definitiva con mecanismos que nos impidan comportarnos como malvados. Seguro que alguno de ustedes pensará que en el caso de la política ese control es difícil, pero eso es motivo de otro artículo.
Cuídense.

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