Juan Cardona Comellas (www.juancardona.es)
En estos procelosos momentos, agitados por un virus descontrolado, el sistema tradicional de partidos políticos con denominaciones genéricas decimonónicas de derechas e izquierdas al que se le unen otras denominaciones intermedias, que algunos se empeñan en inventar o reinventar cual día de la marmota, caen estrepitosamente; situando a algunos grupos al borde del precipicio que solamente esperan la orden de dar un paso al frente.
En uno de los extremos, en equilibrio inestable, un partido centenario (al que se le notan los años y el cesarismo), acompañados en el gobierno por un grupo de profesores universitarios «sin cátedra» que han engullido a todo un histórico partido comunista y que han incorporado a grupos de descontentos, antisistema, «pro-okupas», anticapitalistas y otros oportunistas del barato, dan la mano a grupos independentistas para construir el futuro de España cambiando el gobierno de la nave dando guiñadas a una y otra banda.
En el otro extremo el Partido Popular y Ciudadanos, ambos en un interminable viaje al
centro, intentando que no los identifiquen con un partido derechista como el naciente Vox, hacen que sus propuestas no calen en el electorado, se desmoronen y alguna formación tenga que poner fin a su aventura «por derribo».
La pócima mágica que, a modo de argamasa, consigue el señor Sánchez el favor de
partidos burgueses vascos y catalanes, unos con tal de mantener el concierto económico y los otros por conseguir el mismo trato, que les confieran el estatus de Estado Libre Asociado, son capaces de prestar sus ultraconservadores votos a proyectos contrarios a sus más firmes convicciones. Objetivo de Sánchez: no cambiar el colchón de la Moncloa en años.
Si queremos que esta situación no que se perpetúe, con independencia del color político que cada uno tenga, habrá que dar un golpe de timón que haga que la nave del Estado tome un rumbo más estable y en donde la gran mayoría de los españoles se encuentren cómodos.
Leyendo la constitución, que solo necesita un pequeño retoque de modernidad (sucesión de la Corona, competencias exclusivas del Estado, recoger nuevos conceptos y poco más), nos encontramos que da cobijo a muchísimas personas que quieren vivir en una Nación que sea patria común e indivisible de todos los españoles (art. 2) con una lengua oficial que todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla (art 3), en donde todos seamos iguales ante la ley sin que nos puedan discriminar por razón de nacimiento, raza, sexo, religión u opinión (art. 14), en donde el domicilio sea inviolable (art. 18), en el cual se reconozca el derecho pleno a la propiedad privada (art. 33), donde nos podemos expresar y difundir libremente pensamientos, ideas y opiniones (art. 20) en reuniones libres y pacíficas (art. 21).
Un país en el que todos tengamos el derecho a la educación y se reconozca sin cortapisas la libertad de enseñanza, que garantice el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación que esté de acuerdo con sus propias convicciones (art. 27). Con el derecho al trabajo y remuneración justa sin discriminación alguna (art.35) y con un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, que garantice la asistencia y prestaciones sociales (art. 41), reconociendo el derecho a la protección de la salud (art 43) y con acceso a la cultura y en donde se promueva la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del interés general (art. 44). Con unas leyes electorales atendiendo a criterios de
representación proporcional (art. 68). En el que sea obligado cumplir las sentencias y demás resoluciones firmes de los Jueces y Tribunales (art .118) y donde todos tengamos los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado (art. 139), con el derecho y el deber de defenderla (art. 30).
¿Todos estos principios son compatibles con el estado actual? Para muestra: las leyes
de género (violencia y trans), la excluyente inmersión lingüística, las diferencias sanitarias entre Autonomías, las diferencias fiscales entre ellas, la situación de los «ocupas», la influencia de la ley electoral actual, las ensoñaciones judiciales, el trágala parlamentario, el estado de excepción a conveniencia del Cesar, la mentira continuada, aguantar las ocurrencias de Simón, las dudas sobre la democracia plena propugnada desde el mismo gobierno, el nepotismo de pareja, el…
Pregunta retórica: ¿No se podrá aparcar unas siglas caducas y llegar a un pacto de
Estado que reavive la Constitución? Difícil no parece…, tan solo aparcar unos egos
desbocados y retomar la máxima «kennediana»: ¿… que puedo hacer yo por mi país?