Enrique Barrera Beitia
¿Es posible que los votantes de izquierdas tengan más recursos económicos que los de derechas? Y si es así, ¿es normal semejante “anomalía”? Estas preguntas afloran con creciente virulencia en el “debate” político. Todos conocemos la polémica sobre el chalet adquirido por Pablo Iglesias y su mujer, y más recientemente, un periódico digital publicaba fotografías de Juan Carlos Monedero comiendo en Casa
Rómulo, un selecto restaurante madrileño. Incluso se detallaba el menú consumido por uno de los fundadores de Podemos, y su coste de 60 €. Otras cuestiones, como el modelo de coche, la vestimenta y el destino vacacional, también son objetos de escrutinio.
El manual político de toda la vida dice que las clases medias votan a la derecha y los trabajadores manuales a la izquierda, pero esta fotografía hace tiempo que ha empezado a cambiar. No hay dudas de que la inmensa mayoría de millonarios españoles simpatizan con el centro-derecha, pero como más del 99% de la población no alcanza tal categoría, hay que recurrir a trabajos publicados para saber lo que
votan las clases medias y bajas.
El CIS del primer semestre de 2016 daba esta secuencia de respaldo electoral por tramos de renta (en euros mensuales):
En resumen: los votantes de Unidas-Podemos y Ciudadanos tienen más dinero que los votantes del PP y PSOE, y el electorado más rico y el más pobre serían respectivamente el de UP y PSOE.
Otros estudios confirman que los votantes de UP y Ciudadanos tienen más titulaciones universitarias que los demás partidos, y que los primeros son los más numerosos entre el funcionariado (salvo militares y cuerpos policiales), por lo que su estabilidad laboral es mayor. Por lo tanto, el partido que supuestamente persigue una revolución comunista-bolivariana, resultaría ser el preferido de las clases medias, y sus
votantes no experimentarían ningún retroceso en su nivel de vida si el PP volviese a gobernar.
Por su parte, PSOE y Ciudadanos sí se ajustarían al manual. Los primeros son fuertes entre los trabajadores fabriles y pierden apoyos conforme sube el nivel de rentas, y los segundos son (o eran) los favoritos de los emprendedores. No sabemos si la irrupción de Vox ha modificado esta relación, pero estudios realizados en Murcia y Valencia reflejan que el promedio de sus votantes tiene ahora el más bajo nivel de rentas y de estudios del actual abanico político, y parece razonable que esto se puede extrapolar
al resto de España.
Fuera de los partidos estatales, encontré otro sorprendente dato: los votantes de las
CUP, la rama más izquierdista y rupturista del independentismo catalán, son los que tienen las rentas más elevadas en Cataluña.
A la vista de esto, no hay que descartar que parte de los trabajadores manuales no cualificados estén abandonando a la izquierda y refugiándose en Vox, y que parte de las clases medias más estables hayan abandonado a la derecha en beneficio de Podemos y sus confluencias.
¿Nos parece extraño todo esto? Fijémonos en Ferrol, donde todos nos conocemos. La mayoría de las personas que se concentran contra los desahucios no serán desahuciadas porque tienen vivienda pagada, y las mayores ausencias en las manifestaciones contra el paro son precisamente la de los parados.
En Ferrol se vivió una situación que ofrece cierto paralelismo en la década de los sesenta. Los obreros de Bazán encadenaron una serie de subidas salariales, y terminaron por tener mayor poder adquisitivo que las clases militares, que como todos sabemos, no podían hacer huelgas y se empobrecieron por la inflación. En cierta manera, un trabajador de Bazán (ahora Navantia) es clase media, lo que no puede
decirse de los obreros de las compañías auxiliares, que también son “blue collar”.