Los poemas de «Quérote canto»

Julia María Dopico Vale

“Muller sen redes/ quérote canto…”

Como un soplo de vida llega a nosotros el poemario “Quérote Canto” de la poeta de Ombre, la tierra de las ensoñadoras Fragas do Eume, Eva Veiga y del también poeta y pintor Baldo Ramos. Un libro de doscientas páginas desgranadas en versos, editado cuidadosamente por Galaxia, con sugerente imagen de cubierta sobre “ O Invisible” de Xavier Cuíñas y diseño de Hayat Husein, que nace tras la experiencia casi mística de un tiempo compartido por los autores en el secular Monasterio de Oseiro, el “Escorial de Galicia”, enclavado en un valle alto de la sierra de Martiñá, en San Cristóbal de Cea- Ourense-, en una “montaña de inaccesibles cuestas y empinados riscos que causan horror al que los mira” como describe fray Tomás de
Peralta.

Tiempo de recogimiento en el que la poesía aflora como “el territorio común” en el
que se vinculan nuestras soledades para regalarnos el título que nos ocupa, presentado el pasado jueves en la Fundación Luis Seoane, con aforo limitado a cuarenta personas- siguiendo prescripción- en un acto en el que también participó la profesora y crítica Teresa Seara y los músicos Bernardo Martínez y Fito Ares, acompañando con su sugerente universo sonoro la expresión de la palabra poética pronunciada decisivamente sobre bases rítmicas y melódicas que nos transportan a una más directa percepción.

Desde la lejanía y el silencio del Monasterio se inicia este viaje poético hacia el interior de uno mismo- “respirar dentro”-, desde una soledad que se puebla de ausencia y recuerdo, de nostalgia y aún de oscuridad; de un vivir entregado al cuerpo en movimiento, dejándose ir, contemplando las huellas de los pasos anteriores, el camino que “quizás en otro tiempo fue paso concurrido que conducía a alguna parte”. Un camino que se pierde entre las “fragas del lenguaje” y que se vuelve a habitar
pronunciándose en palabras que son “aves de paso”, transitando en el los que fueron amados y “no consiguieron irse”, habitando en el silencio que “pesa y traspasa el cuerpo deseado”.

Horas lentas en la que la luz es la palabra, ofrenda que se entrega desnuda para crear en la fuente de dolor y gozo que es la vida “un mundo habitable”. Reflexiones poéticas en las que también encuentra espacio la música, como “súplica para rehacer la luz”, como “altura del corazón”. Enhorabuena, Eva y Baldo, por este recién nacido poemario que ya es compartido con todos nosotros para imbuirnos, a través de sus versos, en esta quietud medieval, en este transitar peregrino, en esta silenciosa reflexión y en el goce sensitivo que produce su lectura.

Lea también

Una nueva especie invasora, los charlatanes- (Pedro Sande)

Pedro Sande García Las dos características que convierten a una especie en invasora son, la …