Dentro del mágico entorno de Ferrolterra, en “la vertiente de la Sierra Faladoira que declina su grandeza en la Estaca de Bares”, se encuentra la extensa y fértil parroquia de Loiba, cuyo nombre parece proceder del gótico “laubjo”, equivalente al alemán “laube”– de “laub”-que significa “follaje” (enramada); opinión en la que abunda el conocedor de lenguas originales Chao Espina. Loiba, “la de los frescos maizales”, en cuyo verde y abierto valle ayer y hoy habitan “campesinos serenos, trabajadores y honorables” es la tierra fértil desde donde se pueden apreciar las espectaculares vistas que con el Océano Atlántico como fondo ofrecen a un lado las salvajes playas de ortegal, al otro, los escarpados acantilados del punto más al Norte de la Península Ibérica, Bares y una costa repleta de impresionantes formaciones rocosas ( furnas) que pueden compararse con las de la playa de Las Catedrales de Ribadeo y ambas, simbólicamente, con el preludio para piano La Catedral Sumergida, del compositor
impresionista francés Claude Debussy, que escribe esta música basándose en un mito bretón en el que una catedral sumergida, frente a la costa de la isla de Ys, se eleva- como en sus acordes ascendentes- en las mañanas claras.
Habitan este entorno, uno de los más agrestes de la costa española, las últimas “algueiras”, mujeres herederas de un oficio originado por la necesidad y alimentado por el mar, al que arrancan las rojizas algas de A Pena Furada durante las lunas llenas y nuevas, compartiendo los acantilados con percebeiros y pulpeiros que trabajan así con permiso de las aguas y los vientos.
Todos estos secretos envueltos en la bruma del tiempo, asoman vigorosos hoy ante los ojos de los visitantes que acuden a Loiba como a un lugar de culto para contemplar las maravillas de su naturaleza, gracias a la iniciativa del amigo Rafael Prieto Fernández y su banco – “The Best Bank of the World”- al que acuden miles de personas para percibir toda esta fuerza telúrica y contemplar el paisaje, uno de los
mejores del planeta, como establece la UNESCO, gracias a la fotografía Cielos Nocturnos, del “perseguidor de estrellas” Daniel Caxete, ganador del concurso internacional llevado a cabo por el organismo buscando los mejores paisajes nocturnos del mundo y que ofrece una espectacular visión del mar y la Vía Láctea.
Mas Loiba es también la vida de sus gentes. La microhistoria más reciente viva en la memoria de los mayores y la más lejana, desdibujada con el paso secular del tiempo; un tiempo que viene a mostrarme amigable y generosamente uno de los pocos testimonios escritos que la mencionan en pluma del antes citado Enrique Chao
Espina bajo el título Para Ortigueira, mi Segunda Patria Chica (Memorandum). Edición fuera de venta. En este pequeño libro el autor habla de su estancia en Loiba- especialmente junto al sacerdote D. Salvador Díaz Cora- durante la primera mitad del S.XX y dedica – en versión bilingüe- el poema Unha aldea, Loiba: “Una Iglesia sencilla, al lado de ella tumbas y caseríos reinaban una paz que daba gloria. / Jugaban los chiquillos en la escuela sin cuidar del mañana, de momento; ni tampoco en la huesera y calavera babosa del vivir, podre del tiempo…Pregunté dónde estaba a un viejecito y contestó fumando…- Esta aldea, señor, se llama Loiba…”.