El 15 de abril de 1892 nacía en la pontevedresa Rúa do Comercio uno de los músicos más célebres e importantes de su tiempo, el violinista Manuel Quiroga Losada, que habría cumplido el pasado miércoles la edad de ciento veintiocho años. Más de un siglo transcurrido que no ha ensombrecido la memoria de la brillante trayectoria del artista, “sucesor de Pablo Sarasate», su heredero espiritual, como anunciaban los titulares de Le Monde, Le Figaro o The Journal para referirse al músico que hacía vibrar al público del mundo entero con su violín de fantasía y rebosante de profunda riqueza. Ese violín que como podemos comprobar en las audiciones que se conservan -grabó en su día para los sellos RCA Victor- se muestra con un sonido que “no tiene miedo a hablar, a decir exactamente lo que quiere decir”, otorgando su original identidad como en una huella dactilar de inconfundibles líneas personales.
Vida de gloria que se trunca debido al desgraciado accidente que sufre en EE. UU. cuando es atropellado por un camión y en consecuencia pierde la sensibilidad y movilidad de su brazo derecho, lo que le hace regresar a su Pontevedra natal; si bien Galicia siempre estuvo presente en los momentos de mejor fortuna. Ahí están los conciertos en pleno apogeo celebrados en Santiago, A Coruña- desconozco si aquí, en Ferrol- y en su ciudad, donde siempre es recibido con todos los honores, como también está su obra compositiva en la que coexisten junto a los elementos de tradición popular: Alalá, Alborada, Emigrantes Celtas… influencias de la gran
tradición y nacionalistas como en el Primer Concierto en Estilo Antiguo, la Habanera y Scherzo o la Danza Argentina… piezas breves de carácter virtuosístico orientadas a la exhibición de una poderosa técnica y excepcionalidad expresiva.
Celebramos pues el aniversario del artista gallego más notable de su tiempo; sean en su memoria estas líneas de hoy.