Coronavirus. Somos valientes como ellos

Pedro Sande García

Me imagino que estos días todos estaremos alterados, preocupados, atemorizados y hasta sorprendidos por todo lo que está sucediendo alrededor de esta pandemia que está asolando al mundo y que a fecha de 13 de marzo de 2020, además de China, Irán y Corea del Sur, está afectando fundamentalmente a los denominados países desarrollados; Europa, Estados Unidos y Japón.

Cuando utilizo la palabra «sorprendido» lo hago por lo desconcertado que estoy cuando leo en las noticias que, ante la ola de pánico, lo primero que se está agotando en los supermercados de esos países desarrollados es el papel higiénico. Les ruego por favor que no se crean que me estoy tomando esta situación a broma, les puedo decir que me encuentro entre los alterados, preocupados y atemorizados y que siento la pérdida de vidas que el virus se está cobrando. Pero déjenme que insista y muestre mi desconcierto ante esa avalancha de consumo desenfrenado. Creo y puedo entender que este comportamiento es debido a una situación desconocida, de la cual ignoramos como y cuando va a terminar. Una situación que ha alterado nuestra convivencia pacífica, que nos ha expulsado de nuestra área de confort y que nos produce temor por un futuro desconcertante.

Todo ello ha sido el detonante que ha producido nuestra huida de un comportamiento racional. Es algo natural que la reacción del el ser humano, cuando tiene miedo, es huir de la situación en la que se encuentra. En muchos casos sin conocer cuál es el destino de esa huida y en otros, escapando hacía lugares donde los cantos de sirena atraen a los marineros atemorizados. Cuando hablo de huir del miedo me estoy refiriendo a miedo real, a miedo de verdad. No me refiero al miedo que nos puede dar una película de terror, me refiero al miedo que nos provoca una guerra en nuestro territorio. No me refiero al miedo que nos pueda producir un libro de Stephen King, me refiero al miedo que provoca la hambruna. No me refiero al miedo que nos pueda producir entrar en un callejón oscuro, me refiero al miedo que nos provoca la violencia que nos acecha. No me refiero al miedo que pueda producir ver «El resplandor», me refiero al miedo que nos provoca ser perseguidos, apaleados, torturados y asesinados por motivos ideológicos o raciales. No me refiero al miedo que nos produce una araña en la pared, me refiero al miedo que nos produce un futuro de terror, un futuro sin esperanza.

Hay millones de personas que viven asediadas por esos miedos, millones de personas cuya única salida es la valentía de huir, la valentía de iniciar un viaje terrible donde serán maltratados, violentados, apaleados y vejados. Un viaje cruel, un viaje de frío, calor, hambre y sed. Esos valientes huyen saltando vallas y alambradas que siegan sus cuerpos, huyen atravesando mares y océanos en simples balsas de papel. Es el miedo lo que les hace huir y es el miedo lo que les convierte en valientes.

Nosotros somos como ellos, el miedo no solo nos hace acopiarnos de papel higiénico, también hace que huyamos en nuestros confortables coches a nuestras confortables casas en la playa o en el campo. Si el coronavirus nos hiciera perder la esperanza nos convertiría en valientes que huiremos a lugares que desconocemos, a lugares donde no sabemos cómo nos recibirán, seguramente como nosotros lo hacemos con los valientes que hoy en día tienen miedo y huyen. Huiremos cruzando los mismos muros que nosotros hemos construido. Seremos tan valientes como ellos, al fin y al cabo cuando tenemos miedo, todos somos iguales de valientes.

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