Por Gabriel Elorriaga F.
Parece imposible que en pocas semanas este llamado primer Gobierno de coalición pueda haber dañado tanto la imagen de España ante el mundo. No me refiero, aunque también cuenta, a la pérdida de jerarquía de un presidente del Gobierno genuflexo ante un fantoche inhabilitado para pronunciar el escarnio de que “la ley no basta” que es como decir que la ley sobra. Este asunto ya aburre más que irrita. Me refiero a la solemne memez de esa ministra de Asuntos Exteriores de nombre Arantxa González afirmando que “España ha vuelto” cuando lo que sucede es que España “se ha ido” del nivel de las naciones libres y prósperas al sótano de los trastos de difícil acomodo.
Cuando se corrigió el error de eliminar el término iberoamericano del organigrama del citado ministerio se dio el lapsus por disculpable. Pero los acontecimientos han corroborado que el lapsus era un reflejo subconsciente. La visita del presidente Juan Guaidó reconocido por cincuenta países y también no hace mucho por Pedro Sánchez, no solo cumplió la orden de Delcy Rodriguez de que no fuese recibido como tal por el presidente de nuestro Gobierno sino que la ministra “iberoamericana” se trasladase a la Casa de América para toparse con él, lejos del espacio oficial de pisar su ministerio.
Pero el Gobierno llegó más lejos no ofreciéndole alojamiento alguno como se hace con otras delegaciones oficiales y quedando Guaidó y su séquito a la buena acogida de la Comunidad de Madrid que, por no depender del Gobierno sociocomunista, tuvo la gentileza de invitarlos a alojarse en las dependencias institucionales del Canal de Isabel II en la sierra madrileña. Este trato desabrido explica con elocuencia las confusas idas y venidas del ministro Ábalos con la vicepresidenta venezolana y otras lindezas que van saliendo a la luz y corroboran como España, dirigida por esta patulea de indocumentados, no solo se está alejando de su tradicional proyección iberoamericana sino que, a la vez, está separándose de las posiciones de la Unión Europea, del eje francoaleman y de su aliado principal en seguridad los Estados Unidos de América.
Las repercusiones diplomáticas, económicas, culturales y militares de esta deriva solo pueden ser atribuidas a especímenes políticos procedentes del mundo siniestro de las narcodictaduras y las teocracias que incrustó en su Gobierno Pedro Sánchez después de tomarse un somnífero para poder dormir tranquilo igual que dormirá tranquilo tras designar a Pablo Iglesias como futuro gran interlocutor en la famosa mesa de Barcelona. España está girando desde sus firmes anclajes en Washington, Bruselas, París y Berlín y tomando el camino de las que la inefable Arantxa González llama “alianzas variables” que, al parecer, deben ser Caracas o Moscú, a juzgar por las intensas presencias de Rodríguez Zapatero en el Palacio de Miraflores. Mientras las naciones con peso en Europa han comenzado a resituarse tras el Brexit del Reino Unido, España, única de estas naciones con una frontera terrestre con la colonia inglesa de Gibraltar, no parece interesada en reforzarse dentro de la Unión Europea.
Los electores de buena fe que votaron al partido socialista por querencias sociales hay que suponer que estarán tomando nota de la degradación de su nación que no les había sido anunciada como parte del programa. Sabían que se ablandaría algo la relación con los separatistas catalanes a cambio de unos votos en la investidura pero no que se llegaría a una claudicación vergonzosa ante los chantajes contra la legalidad. Sabía que se darían algunos puestos de Gobierno a “Podemos” a cambio de su coalición y hasta se accedería a alguna imposición grotesca como la del primer matrimonio ministerial de la historia, pero sin alterar la orientación de los ministerios que en lenguaje sanchista se consideraban “de Estado”, como Exteriores, Justicia o Defensa.
Pero ya se percibe que el sanchismo está dispuesto a cambiar los códigos, la diplomacia y la estrategia para descender a las cavernas del tercermundismo. Predican los sanchistas que el panorama es cambiante y la estrategia variable. Pueden hacerle cosquillas a Trump y caricias a Torra pues, para ellos, al fin y al cabo son dos estadistas válidos. Nada de esto estaba en el programa de anteayer ni de ayer, ni tan siquiera es firme en el día de hoy. España no ha vuelto, se ha ido sin avisar del terreno seguro de lo fiable al vertedero de las aguas turbias. Son los primeros éxitos del Gobierno sanchista.