José Manuel Otero Lastres
Este miércoles han coincido dos propuestas económicas de los dos partidos mayoritarios de calado muy diferente que revelan los distintos principios que defienden. El PSOE por boca de su ministro de fomento lanzó el globo sonda de exigir un pago simbólico por el uso de las autopistas. La candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid propuso una batería de medidas liberales, entre las que destaca la mayor bajada histórica del impuesto sobre la renta.
La propuesta del PSOE revela que, para ellos administrar no significa gastar mejor, sino gastar más: la fórmula para mejorar la relación entre ingresos y gastos no es reducir los gastos, sino aumentar como sea los ingresos. Por eso, tienden a una política fiscal casi confiscatoria. La última de ellas es que nos quieren volver a cobrar por las autovías. Y es que las autovías ya las hemos pagado: han sido construidas y pagadas con cargo a los presupuestos generales de años anteriores que se nutrían de los fondos procedentes de nuestros impuestos.
Claramente se advierte que la voracidad recaudatoria del PSOE es tan desmesurada que nunca piensa en distribuir lo que hay sin aumentar los gastos, sino en atender las nuevas necesidades aumentando los ingresos. Y ello aunque sea cobrando a la ciudadanía dos veces por lo mismo: un verdadero timo. Y que no se diga que el porcentaje va a ser muy reducido, porque empiezan con el señuelo de fijar un tipo bajo y luego lo van subiendo a medida en que lo requiera su conducta despilfarradora.
En cambio, la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid funda su modelo económico en todo lo contrario. Para recaudar más, rebaja los impuestos, lo cual supone que deja mayores recursos en las manos de los ciudadanos con la esperanza de que el empleo privado de esos recursos generen más riqueza y a través de los impuestos que la graven obtenga los nuevos ingresos.
En el primer modelo, el del PSOE, es el gobierno el que trata de esquilmar lo más posible a la ciudadanía; en el segundo, el del centro-derecha, se confía en que la ciudadanía con nuevos recursos en su manos aumente la riqueza y en que los impuestos que la graven alleguen los nuevos recursos.
Gracias a nuestro sistema democrático tenemos libertad de optar entre uno de esos dos modelos. Porque la libertad de voto permite al ciudadano hacer lo que quiera con él, incluso abstenerse de emitirlo. Y el secreto del voto el que hace posible la verdadera libertad de decisión, hasta la más descabellada, ya que gracias a él no se sabe el sentido del voto ni tiene que dar explicación alguna sobre este.
Lo que ocurre es que, según al propaganda oficial, lo progresista es inclinarse por el modelo del desplume ciudadano, mientras que lo retrógrado y conservador es elegir la libertad y ceder a los ciudadanos la mayor cantidad de recursos posibles.