Juan Cardona. (www.juancardona.es)
Asistimos atónitos a la pelea de gallos en la que participan nuestros políticos, con ese arte trilero de poder decir una cosa y la contraria dependiente del viento dominante o del lugar, solamente indica la falta de costumbre democrática entre nuestra clase dirigente. Unas leyes electorales que tuvieron su justificación en los inicios de la transición parecen agotadas y lo que era válido para dos partidos no parece serlo cuando la oferta se amplía.
Esta circunstancia se agrava de manera y forma más acusada al no haber encauzado a los partidos nacionalistas a su ámbito territorial, permitiendo que marquen el camino del gobierno central de turno, influyendo en las decisiones que afectan a la totalidad de los españoles cuando en su fuero interno desprecian a todo el que no se declare independentista desde su atalaya supremacista, insultando con palabras gruesas, especialmente, a los que se desmarcan de sus delirios históricos dentro de sus circunscripciones continuando su desvarío ancestral buscando su Arcadia particular.
Lo que parece evidente en las elecciones generales con el espectáculo del señor Sánchez ninguneando al reconvertido y próspero Pablo Iglesias, reclamando apoyos sin dar ni ofrecer nada a cambio, se puede aplicar igualmente a las elecciones municipales y autonómicas con nuevos actores como Rivera, Casado y Abascal, aunque parece evidente que se debe aplicar distinta medicina para las generales que para las locales. Para unos la solución, siempre interesada, sería exigir un mínimo nacional de 3% o 5% para obtener representación (lo mismo que se exige hoy en día en cada circunscripción) y acentuar la proporcionalidad de la población sin índices correctores. Para otros segunda vuelta o coaliciones previas o premiar al más votado. Tenemos en otros países ejemplos en los que reflejarnos y elegir los sistemas que más se adapten a nuestra idiosincrasia.
Ciñéndonos a lo que está ocurriendo en nuestro Ferrol, que sirve de ejemplo en multitud de ciudades: En las pasadas elecciones el PP fue el partido más votado con más de 14.000 votos casi un 42% del total, que le reportaron 12 ediles; el segundo fue el PSOE con 10.000 votos y un 30%, consiguiendo 8 ediles. Los otros dos partidos que consiguieron representación fueron: Ferrol en Común 3.666 con 3 y BNG 2.500 con 2. Agrupando por ideologías próximas hay una mayoría de izquierdas/populistas/independentistas de 13 ediles frente a los 12 del PP.
En principio parece evidente que debe de gobernar la coalición PSOE, Comunes y BNG. Pero no es así: El Gobierno ferrolano se lo reparten los 8 ediles del PSOE y los dos partidos que le votaron en la investidura se apartan de la responsabilidad de gobierno y los dejan en solitario: el 30% de los votos van a gobernar el Concello.
Esta solución de gobierno en minoría tan acusada, puede traer consigo la situación esperpéntica que hemos sufrido durante estos últimos cuatro años en Ferrol, soportando estoicamente que seis componentes de «Ferrol en Común» «desgobernaron» la ciudad en la pasada legislatura. Hay que recordar que los únicos presupuestos aprobados en los 4 años «suaristas», los correspondientes al ejercicio de 2018, fueron aprobados con calzador. En ese periodo de cuatro años la ciudad permaneció estancada y sus regidores inoperantes hasta límites insospechados. Con dimisiones, roturas de la coalición gobernante, expulsiones dentro de los grupos, etc. Con esta triste experiencia: ¿Queremos repetir la jugada?: La Ley actual es la que es y la que permite situaciones en las que el 18% de los votantes entregan el poder al 30%, aparentemente sin nada a cambio, en contra del 42%. Parece evidente que este desatino se debe corregir en el futuro. ¿Cuál sería el resultado si se pactaran coaliciones previas? ¿Cómo se votaría si existiese segunda vuelta? ¿Se pueden despreciar los 3.500 votos que los ferrolanos otorgaron a Vox, al partido de Lavodrama, a Ligando, Centristas, Mareas, Xuntos, y a Ciudadanos?
A que esperan los partidos nacionales para corregir este dislate: La rectificación de las leyes electorales «pa´ cuando».