El día seis de noviembre abrió sus puertas, en el Carrer d’Iluro, 50, de Mataró, Eume, d’arrels senzilles, el restaurante gallego del cocinero eumés Fran Sardiña Camino.
Aunque llegó a terminar la carrera de Derecho en Galicia, Sardiña pronto se dio cuenta de que su verdadera vocación y auténtica pasión era la cocina, por lo que decidió prepararse bien e iniciar el camino que le haría feliz. Realizó así en Santiago de Compostela sus estudios de Hostelería y hace ya quince años que se marchó a trabajar a Cataluña, donde se integró muy bien, se casó y tuvo a su hijo, pero no olvida a su tierra, su familia y amigos de la infancia y vuelve a Pontedeume siempre que puede.
En estos quince años de experiencia en la Costa Brava, Central y Maresme, entre otras, aprendió de los mejores maestros, como Jean Luc Figueras, del que nos presenta en la carta su steak tartar, a cocinar muchos platos típicos catalanes, pero, como el gorrión de la canción de Serrat, decidió dejar de “venderle al alpiste su color ni su canción” y buscarse solo “su lechuga”, e iniciar libre su vuelo en Mataró, donde vive desde hace ya varios años. Lleva en sus venas arriesgarse a la aventura empresarial, ya que sus padres y algunos de sus tíos, hermanos y primos ya lo habían hecho antes y siempre con éxito. En su nueva andadura vuelve a sus raíces “enxebres” gallegas e incorpora también las “arrels senzilles” de la tierra catalana que lo acogió con generosidad.
El restaurante gallego que se decide a abrir lleva el nombre del río Eume que lo vio nacer en Pontedeume, donde viene a morir, bajo los arcos de su puente medieval, en los brazos de la ría de Ares, a la que llega después de un largo recorrido entre sus milenarias fragas atlánticas desde la Serra do Xistral. Los mejillones en escabeche del Eume, las navajas al vapor con jengibre y lima, la cazuela de berberechos con patata panadera, jamón y guindilla, llevan el sabor del río, de la ría y del Atlántico en los que Fran vivió su infancia y juventud, y también de sus leyendas; la empanada de “millo” o trigo, las croquetas de cocido, el pulpo, las filloas, que en Pontedeume llaman “freixós”, rellenas de lacón y queso San Simón y salsa romesco, las zamburiñas y las cazuelas de merluza y bacalao tienen la esencia de Galicia y el peso de la tradición, a los que les añade algunas innovaciones que nacen de la pasión por su trabajo, como esa ensalada de aguacate, manzana y cigalas con vinagreta de cítricos; y las cazuelas de “raxo” con patatas y queso de Arzúa, solomillo de ternera a la mostaza con setas, de lacón con chorizo y judías secas, o la de pies de cerdo celta rellenos de cigalas nos recuerdan que la ternera y los cerdos celtas criados en las tierras que baña el Eume o en cualquier otro lugar de Galicia son siempre de una calidad excelente.
Las “arrels senzilles” de la tierra catalana y del Mediterráneo podemos saborearlos en sus arroces, como el cremoso de verdures de temporada, el de l’Emporda como me enseñó Juan d’Aigua Blava o el de conejo picante con alcachofas y oliva de Kalamata, o en la crema catalana con chutney de manzana de los postres, donde la tarta de Santiago nos evoca el mundo “xacobeo” y la meta del Camino Inglés que pasa por Pontedeume.
Los cavas y vinos blancos y tintos de la carta vienen también de las tierras catalana y gallega, después de una cuidada selección.
El Restaurante que ha abierto hace unos meses, parece que va viento en popa, e incluso ya ha recibido la visita de paisanos eumeses que han dado “ el visto bueno” a su establecimiento y han comprobado que es una magnifica opción no sólo para comer bien, sino para curarse un poco la morriña que tanto afecta a los gallegos que viven fuera de nuestras fronteras.