Juan Cardona
Continua España sin sobreponerse a la última representación bufa con la que nuestros diputados nos obsequiaron esta última semana. El resultado de la votación de la moción de censura al gobierno Rajoy no se aproximó a la que muchos, yo entre ellos, habían pronosticado. Una sentencia de 1.687 folios se ha reducido y condensado en un interesado: «El PP es un partido corrupto» y el «presidente Rajoy mintió», esos mensajes con sus variantes se convirtieron en «virales» en las redes y se incorporaron a los «argumentarios» de la oposición en donde desplazó en un santiamén a las conclusiones más o menos afortunadas de los propios componentes de los partidos políticos.
El final de la sesión parlamentaria transformó el despertar del sueño de Pedro Sánchez. No fue el previsto: volver a la casilla de salida, apartado del Parlamento y cuestionado dentro de su propio partido, sino que, por fin, pudo realmente dormir en la Moncloa investido como Presidente del Gobierno en tiempo récord. Al mismo tiempo el señor Rajoy acudía, entre chupito y chupito, a las diversas despedidas de colaboradores, empleados y conmilitones. Ahora, el «expresilente» podrá ir a los partidos del próximo mundial de fútbol sin modificar su agenda y acudir como uno más a la próxima feria del Albariño o a la «Festa do marisco de O Grove».
Sin un análisis profundo, solamente viendo quien apoyó la moción de censura, aunque su voto se disfrazase con un «No a Rayoy», nos encontramos con tan amplia panoplia de partidos y grupos («Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea», ERC, PNV, Compromís, PDeCAT, Bildu y Nueva Canarias, además del propio grupo Socialista). Este heterogéneo grupo, que por simple ideología y sin que les una un fin común, no irían juntos ni a tomar una cerveza un día de asfixiante calor. En una rápida lectura se observan, partidos de extrema derecha de corte nacional-catalanista, lo mismo pero de izquierda-extrema izquierda, de derechas separatistas vascos, de independentistas de ultraizquierda de la misma autonomía, de independentistas gallegos de Anova (Mareados) y de izquierda radical «podemitas» disfrazados de equidistantes aderezados con los grupitos socialistas: solamente una canción anticuada y casposa como la Yenca es capaz de reunir a un grupo de amigos tan incongruente: izquierda, izquierda. derecha derecha, adelante, atrás 1,2,3. ¿En qué momento del baile se agruparán todos para unificar su voto? El señor Sánchez, y por tanto España, lo tiene difícil, difícil. Intenten conformar un programa político que satisfaga a todos estos grupos; si lo consiguen paténtelo, pues dará buenos royalties. Como fin de fiesta a tan diverso grupo se le impone un presupuesto redactado por el propio partido que «botan»: ¿Hay incongruencia mayor?
En la otra parte de la balanza Ciudadanos, que deberá de mejorar al medir el tiempo entre pensar y ejecutar y atemperar su vehemencia, ya que, sin duda alguna, tiene a un gran grupo de españoles que comparten los principios de: unidad de España, la supresión de ventajas de cupos y conciertos, la igualdad de todos los españoles y la libertad de poder elegir libremente la lengua en la que estudien y se eduquen nuestros hijos; en donde desaparezcan las fronteras sanitarias e independizar de una vez por todas el poder judicial del ejecutivo y legislativo. Con seguridad hay y habrá discrepancias en los programas económicos tanto en ingresos (impuestos) como en gastos (reduciendo duplicidades o triplicidades de competencias entre administraciones) e inversiones (planes nacionales y solidarios), pero no será difícil encontrar o llegar a acuerdos con partidos que compartan el resto del programa.
El PP tiene una oportunidad de oro una vez se regenere y deje atrás la reata de causas pendientes que harán templar los cimentos del partido al tiempo que se libere de las redes clientelistas formadas durante años en el poder. La travesía del desierto puede ser larga o muy corta, difícil de predecir, lo que si es cierto es que unas próximas elecciones aclararán el futuro entre nuevas sentencias judiciales y desacuerdos entre los que apoyan a Sánchez: ¿Qué hay de lo mio? Será una demanda permanente de sus «supports».
La solución en la «Sexta», que derrocado el muñeco pim pam pp pum, Ferreras cambiará el nombre del programa «Al rojo vivo» y pasará a llamarse «El rojo vivo» sustituyendo a los politólogos y «opinadores judiciales» de cabecera por otros de extrema derecha: En la televisión y en las Redes está el camino.