Ya no sirven las viejas normas no escritas de respetar la lista más votada. La política 4.0.32.42 ahora solo entiende de sumas en lugar de resultados. Esa es la realidad. Ahora la política es más un juego de cifras y letras que de sentido de Estado.
Ayer, y aun a riesgo de parecer exacerbado (aquellos que me conocen medianamente saben que escribo y hablo como pienso), sentí un absoluto asco viendo al que será el nuevo presidente del gobierno bajándose los pantalones, prostituyendo la unidad de la nación que recae en el pueblo español, por el puñado de cuatro independentistas que le den el sillón. Incluso pactando con herederos del terrorismo y de quienes tienen su manos manchadas de sangre inocente porque yo, ni olvido, ni perdón; justicia.
“La corrupción es la que ha agotado la legislatura”, era una de las frases más repetidas ayer, y ya ni voy a entrar a hablar de la interpretación torticera de una sentencia de la que leían un parágrafo sí y otro no para justificar la moción de censura. Que en Mugardos sabemos algo de los que se juntan mediante un pacto de perdedores, y que acabará estallando en 6 meses porque aquí poco o nada importan los españoles. Solo importa el poder.
La corrupción que está saliendo ahora no es de ayer, o de hace un año. Es de una etapa de otro presidente del Partido Popular que ahora está sorpresivamente desaparecido en combate, cuyos ministros, que eran los que se les llenaba la boca hablando del milagro económico del 2000, están en la cárcel con sus colaboradores.
No sirve hablar de que los mismos que presentan la moción sean los de los 4.000 millones de euros que se les robaron a los andaluces en los ERE, ni de la financiación de Irán o Venezuela, ni hablemos del partido cuyos números no pasan ni las pruebas más básicas del Tribunal de Cuentas.
No sirve porque nosotros somos del PP, y de nosotros se espera la mayor de las responsabilidades en el gobierno y la mayor de las pulcritudes, porque cuando la gente nos pone ahí es para solucionar los problemas de España, de nuestras comunidades y de nuestros pueblos. No para jugar a ser políticos de cartón piedra con una veleta que oriente con la encuesta de turno.
Sí, los mecanismos internos fallaron, y aunque los que ocupamos cargos en el partido no hayamos tenido nada que ver, por respeto a la gente que confía en nosotros, por responsabilidad y el honor del 99,5% de los que formamos el Partido Popular, que somos personas honradas y honestas, toca pedir disculpas por no haber sido capaces de actuar antes, y de que las Nuevas Generaciones, que esta etapa nos está curtiendo la piel, y que también demuestra quien está aquí realmente hasta el final para cambiar las cosas, tenemos el firme compromiso de que esto jamás, jamás, vuelva a repetirse.
Presidente, no tiene que dimitir, y no tiene que hacerlo porque aunque dimitiera y se quedara al frente cualquier otra persona, ya hemos visto una vez más lo que ocurre por confiar en aquellos que apoyan reventar la unidad nacional, y más tarde o más temprano, otra moción de censura se llevaría a cabo.
Solo tengo una cosa clara, y es que a diferencia de cómo se hizo en el pasado, no se ha cedido al chantaje de aquellos que quieren romper España cediendo y concediendo competencias, vendiendo por fascículos nuestra Constitución.
Los antecesores más recientes en su cargo, así como el que vendrá ahora, no podrán decir lo mismo.