Julia Mª Dopico Vale
La música vino esta vez con el piano de Roberto Prosseda, intérprete que alcanzó la notoriedad gracias a las grabaciones publicadas por Decca dedicadas a la música inédita de Mendelssohn y esta vez siguiendo una programación cuyo hilo conductor bien podría ser la búsqueda de la felicidad con el Concierto para piano y orquesta Nº 1 en Sol m, op.25 del mismo compositor y el Nº 2 en Rem op.40, escrito cinco años más tarde. Obras que no representan al Mendelssohn más profundo pero que le retratan como un hombre cuya vida estuvo rodeada de bienestar y veneración. Impecable, cristalino y sutil el piano de Prosseda que se ganó la gran ovación del público y con ella el regalo de El Rondo capriccioso nuevamente de Mendelssohn.
Ferrol, ciudad gallega del piano por excelencia (recordemos que aquí se celebran concursos como el “Cidade Ferrol” a nivel internacional y el “Gregorio Baudot” a nivel autonómico) bien hubiera disfrutado de la música que sonó esta vez en el Palacio de la Ópera coruñés y que continuó con la contemporánea Obertura per un bon día de Antoni Parera. Música luminosa, positiva, alegre, brillante y festiva en un devenir de admirable naturalidad expresiva. Felicidad también buscada en las Metamorfosis Sinfónicas de Hindemith, conceptuado como uno de los “músicos degenerados” en la Alemania que le tocó vivir. Variaciones de temas olvidados de Carl María Von Weber escritas con desenfado y el cariñoso recuerdo al maestro del primer romanticismo. Hindemith, el “clásico de la música moderna”, el que confiaba en las posibilidades inagotables de la tonalidad concebida como una “fuerza tan natural como la gravedad” supo conquistar a través de una pletórica Orquesta Sinfónica dirigida por Víctor Pablo Pérez con su música “real” frente a la utópica torre de marfil que transitaban sus coetáneos bajo la premisa del art pour lárt. Sin duda, un “feliz” concierto.