Pepa Antón
Cada vez que te escapas, Señora, de tu trono
y te vas por la vida repartiendo esperanza,
como testigo eterno que vigila tu puerta
el camelio suspira y aguarda tu llegada.
El conoce tus idas y venidas,
tus noches, tus minutos, tus tardes, tus mañanas
y sabe como vuelves….
a veces encendida de fuerza y alegría,
a veces desolada de estar, simplemente de estar,
sin poder cambiar nada.
Esa fue tu misión al pie de aquel madero,
destino que compartes con esta humanidad
cuando tiembla de angustia y desconcierto
frente a lo inevitable,
cuando ya no hay preguntas
y se añora el silencio, como bien más preciado.
Y el camelio conoce tu intuición exquisita
de aquella intercesión que descendió al detalle,
la cálida acogida de tu escucha
ante lo que es pequeño y como tal
se acurruca en el alma y casi….ni se pide.
Y el camelio no entiende por qué te gusta estar
sin que te vean
y sabes ayudar, sin que se note
y quieres proteger sin que se sepa
que acaricias el alma en ese instante
en que el cielo, cubierto de tinieblas,
parece que se cierra y ni nos oye.
Y por eso, el camelio, se emociona
al sentir el bullicio de cada primavera,
cuando cobija, debajo de sus ramas ,
la viva expectación de unos latidos
que aguardan tu salida
anhelando encontrar….. ! tantas respuestas !.
Y el camelio sonrie con sus flores
cuando tiembla la noche de capuces
y se encienden las velas
y rompen el silencio los acordes de la marcha Real
y sales en tu trono como Señora y Madre
como Reina del Cielo y de la Tierra.