Juan Cardona-(www.juancardona.es)
Más de cuatro millones de catalanes de los cinco y medio con derecho al voto han decidido el futuro a corto plazo de Cataluña y al mismo tiempo trasladan su lucha interior al resto de España creándonos un grave problema. El buen resultado de Ciudadanos no es suficiente para enmendar la deriva secesionista ante el ridículo apoyo que le ofrece el Partido Popular y el insuficiente del socialismo catalán que parece jugar a dos paños; ya que fracasó al querer liderar un gobierno de izquierdas plurinacional.
No sé (ni me importa demasiado) quién será el que pueda formar gobierno. Ni la escena más grotesca o estrafalaria podría contemplar la lucha titánica entre un preso preventivo y un fugado de la justicia para alcanzar la presidencia de la Generalidad. Como colofón al esperpento los independentistas necesitan unos cuantos escaños de un partido antisistema para sentarse en la poltrona del poder, partido que sin duda volverá a imponer la línea dura soberanista.
Aunque lo intento, no concibo imaginarme la cara de un analista extranjero (no subvencionado ni de estómago agradecido) intentando profundizar en el estudio del suicidio colectivo de un pueblo que comienza con ritual democrático de unas elecciones. No es una profecía, pero sí una intuición: A la caída de la primera ficha seguirán en breve tiempo, mucho antes de lo que podría imaginarse, la comunidad Valenciana y la Balear. Las islas Canarias no se quedarán atrás en esta locura colectiva. Las voluntades autárquicas del «Bloque» doblegarán voluntades y Galicia reclamará sus fronteras con la anexión del Bierzo, mientras Asturias buscará su excluyente personalidad. Solo cabe esperar la proliferación de las taifas andaluzas, y llegado a este punto será el propio Estado el que liquide el cupo y rompa el concierto vasco y el navarro, reduciendo su influencia al antiguo reino de Castilla al que un partido «Revillista» le negará el acceso al mar. Todo esto se producirá bajo la dirección de un «Presilente» Rajoy que finalmente aplicará el propio artículo 155 a su propio gobierno derrumbando el estado de las autonomías: un sistema político agotado que nos ha conducido a este caos.
Contra esto solamente cabe una solución: si el sistema, después de cuarenta años, se ha demostrado como ineficaz y peligroso ¡cambiémoslo! Dejémonos de ranchitos y capillitas con tintes nacionalistas con marcado acento clientelista. Defender el terruño no significa atomizar el Estado. No se puede consentir que grupúsculos contrarios al Estado, que los alimenta, intenten resquebrajarlo. Un cambio radical en la Ley Electoral sería el primer paso, con unas cámaras que piensen en el bienestar de España; cambiar la Ley de Leyes, en donde no se vuelva a cometer el gran error de ceder la formación de la infancia y juventud a quien adoctrina en lugar de educar; donde respetando las costumbres y lenguas de las diversas regiones, se respete y defienda la común igualando a todos los españoles en derechos y obligaciones, con un estado de bienestar homogéneo para todos nosotros. La solución en manos de los partidos nacionales… si quieren.