Violentos y gandules

Manuel Molares do Val
Gonzalo Boye, el abogado de origen chileno condenado a 14 años de cárcel por ayudar a ETA en el secuestro de Emiliano Revilla, defenderá nuevamente al también chileno Rodrigo Lanza, okupa y antisistema que fue condenado por dejar tetrapléjico a un policía de Barcelona, nuevamente detenido tras matar este fin de semana en Zaragoza a un hombre porque llevaba tirantes con la bandera de España.

Lanza es el prototipo del gandul que perseguía la Ley de Vagos y Maleantes de 1933, conocida precisamente como La Gandula, firmada por el primer ministro progresista Manuel Azaña, y apoyada unánimemente por los partidos de la II República, incluyendo a las izquierdas socialista y comunista y a los hoy nacionalistas.

Una ley que Franco mantuvo sin enmiendas y que sólo amplió en 1956 para incluir en ella a los homosexuales. Fue derogada en la Transición.

La ley perseguiría a los vagabundos, pordioseros, rufianes, proxenetas y a quienes no demostraran tener domicilio fijo y empleo, modo de sustento o intención de lograrlos.

Hoy el Parlamento tiene como diputados a okupas y a algún rufián, cuya conducta y actitudes tolera porque la sociedad ha claudicado y lo progresista es premiar a estos que perseguía la República.

Cierto que también hay posibles corruptos todavía no descubiertos en los partidos históricos, pero por lo menos las leyes los persiguen, no los resguardan como ocurre con los gandules.

Al amparo de que la sociedad es injusta y no le regala casas a todos, incluidos los tipos que como Rodrigo Lanza cobran el paro sin haber trabajado nunca, la izquierda parásita defiende la okupación por hordas muchas veces violentas, como ocurrió en Barcelona cuando este gandul paralizó para siempre al policía que acudió a evitar una las reyertas de los antisistema drogados y borrachos.

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