Braveheart Puigdemont

Manuel Molares do Val
Carles Puigdemont creía que libraría Cataluña de los opresores españoles; se veía como Braveheart, Corazón Valiente, el héroe de la I Guerra de la Independencia de Escocia, en el siglo  XIII, ejecutado por Eduardo I de Inglaterra tras ser traicionado por uno de los suyos.

Si no William Wallace, por lo menos Lluis Companys, el presidente de la Generalidad que se levantó contra la República en 1934, que lo encarceló pero luego lo indultó, y que fue fusilado después por Franco, igual que el general catalán que detuvo su golpe de Estado.

Prometía estar dispuesto a morir por amor a Cataluña. “Aceptaré la cárcel, incluso la muerte”, decía en las entrevistas hasta que proclamó la República Catalana, el 27 de octubre.

El Estado respondió con la aplicación del artículo 155 de la Constitución que lo expulsó del poder, con todos los suyos.

Algunos comenzaron a ser detenidos por este nuevo golpe de Estado, pero tras mantener su independentismo en la cárcel durante un mes, se han cansado y prometen respetar las leyes y no recaer en sus independentismos ilegales si les dejan en libertad con cargos.

Pero él huyó a Bélgica con unos cuantos fieles también acobrdados, y desde ese momento comenzó a decir incongruencias, al extremo de que quizás necesite atención psiquiátrica.

Creía tener las simpatías del mundo tras las erróneas cargas policiales contra los escudos humanos del falso referéndum independentista del 1 de octubre, pero nadie le atendió: solo parte de un partido ultraderechista flamenco.

Comenzó a denigrar a la Unión Europea llamándole obsoleta y enemiga de los DD.HH., sugiriendo que Cataluña podría abandonar el organismo, cuando ni siquiera puede abandonar España.

Los suyos, mientras, hacen como John Menteith, el que traicionó Wallace, y él les teme más que a la justic

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