Más de tres meses ha tardado la aguja minutero del reloj de la plaza de España de Ferrol en recorrer el segundo cuarto de su esfera, el asignado entre las 3 y las 6 horas.
Lento, muy lento avanza ahora nuestro más emblemático reloj el que corona su otrora preciosa Plaza de España. Puede que la gravedad sea la única fuerza que ahora le quede, la causante del lento y agónico estertor que cesará inexorablemente cuando la aguja llegue a las seis. Entonces, como en las novelas de Agatha Christie, certificará la hora del óbito.
Tampoco suena su carrillón, ese que junto con otros en la Villa y durante casi una vida, nos han acompañado todas las horas y medias con sus clásicas y elegantes melodías. Ahora su atronador silencio reclama nuestra mirada hacia arriba, quizás con la ilusión o la esperanza de que su prevista melodía solo se esté retrasando…un poco.
Pero no, no va a volver, al menos de momento. El reloj está parado, muerto y a su vera como compañero, quizás velándole en su funeral se alza el fálico y tótem, despojo abandonado de una entidad financiera que, una vez salvaguarda su identidad, deja a su ciudad su basura.
Dos manifestaciones claras de carencias, que no virtudes, coronan ahora nuestro edificio más emblemático. Cual símbolos de identidad, el abandono, la desidia, y la soberbia se muestran en su plenitud. Y lo hacen desde lo más alto, visible desde kilómetros de distancia, en la mismísima corona de la plaza más emblemática de Ferrol, cada día, durante meses.
No hace falta ser un profesional de la comunicación para saber lo que esa imagen trasmite de la ciudad y de sus ciudadanos, y no lo dice bajito no, lo grita y desde lo más alto, denotando así otro atributo no menos negativo: la estupidez.
¿Son estos los nuevos símbolos de identidad de nuestra ciudad? Pues claro que no es lo que esta imagen trasmite. Como también lo recuerda el silencio sobre el particular durante este tiempo; ambos demoledores.
Sencillamente esto no se puede hacer. Si evitar o reparar el deterioro y perjuicio material urbano es importante es de mucha mayor trascendencia evitar o reparar el daño a la imagen y a la reputación de la ciudad, de sus ciudadanos e instituciones.