La Orquesta Sinfónica de Galicia cumple 25 años desde su “puesta en marcha” en 1992 de mano del siempre admirado y respetado D. Francisco Vázquez y D. José Luis Méndez Romeu, en clara apuesta por la mejor música y en lo que se ha convertido en un referente artístico y educativo para el país a la par que verdadero orgullo para Galicia.
Para celebrar la efeméride la elección del ciclo sinfónico más famoso de la historia, las nueve sinfonías de Beethoven, no podía ser más acertada, interpretadas en el Palacio de la Ópera coruñés que vivió un lleno hasta la bandera y la nutrida y habitual presencia ferrolana.
Beethoven, cuyo genio fue profetizado por Mozart- “ no le perdáis de vista, algún día dará que hablar”- y Haydn- “tengo la impresión de que poseéis varias cabezas, varios corazones, varias almas…”- crea con estas sinfonías un “todo perfecto en plenitud abarcando la gama entera de sentimientos y pasiones elevadas, purificándose el alma de todo sufrimiento y conduciéndola a una perfecta alegría” manifiesta explícitamente en el final de “la novena”, en re menor, la “Coral” ,con la oda de Schiller: “Alegría, hermoso destello de los dioses; ebrios de fuego penetramos en tu santuario…” El santuario de una música que promete y cumple libertad.
Impresionante la Sinfónica y su Coro, dirigidos por Dima Slobodeniouk junto a la soprano Ainhoa Arteta, la mezzo Maite Beaumont, el tenor Gustavo Peña y el bajo Josep Miguel Ramón, que hicieron posible toda la magia que encierra la creación del incomprendido Ludwig, calificado tantas veces como huraño, arisco, hostil, misántropo…sin detenernos en entender su absoluta generosidad reflejada en el “Testamento de Heiligenstadt”, una de las más notables autobiografías de la historia de la humanidad: «Vosotros, hombres, si leéis un día esto pensad que habéis sido injustos conmigo…¿ Cómo habría podido descubrir la debilidad de un sentido que debía de poseer en grado más perfecto que otros?…” Y sin embargo, dolorosamente sordo y separado del placer de compañía, sólo él nos proporciona la dicha y el goce de una música gloriosa que traspasa toda suerte de barreras. “Oiré en el cielo” y el cielo escuchamos en sus compases a través de los cuatro movimientos de este monumento musical con el Allegro– como Prometeo- en el que la idea se evoca saliendo del caos, revelando poco a poco su terrible majestad (“yo debo sostener el mundo entero del dolor”), el Scherzo, de atmósfera fantástica, el sentimental Adagio y el Final que culmina con la “Oda a la Alegría”, universalmente reconocida. La alegría tan añorada por Beethoven y que nosotros recibimos a raudales con el prodigio de su música y nuestra orquesta.