Hoy en día los espacios urbanos aparecen sometidos a un continuo cambio. La falta de regulación y la improvisación de su trazado originan que se vaya ocupando ese espacio por razones de una estética a menudo politizada, mostrando la obra de determinados artistas plásticos, muchas veces elegidos más por su amiguismo y afinidad al poder que por su idoneidad.
La escultura, en principio de carácter conmemorativo, ha derivado a unas obras oportunistas que ratifican la prepotencia del poder político de turno. Desde el centro de la urbe a la periferia se van prodigando en plazas y jardines las obras escultóricas encargadas por los gobernantes, muchas de ellas no adecuadas y en ocasiones verdaderas ocurrencias que llegan a un estúpido delirio en las rotondas circulatorias.
En este escenario, Ferrol, ya desde tiempos pasados, presenta el curioso fenómeno de la itinerancia, el nomadismo y la trashumancia de los monumentos públicos. Al paso de los años, varias obras escultóricas, estatuas y monolitos han sido cambiados del lugar donde nacieron, cuando no desaparecieron.
El Obelisco que se erigió en honor del marino Cosme Churruca, construido en la plaza de Armas entre los años 1812 y 1813, nació como fuente pública. Obra de buenas proporciones y de notable equilibrio compositivo, fue trasladada el año 1951 a los jardines de San Francisco, perdiendo su utilidad de fuente.
De la misma forma, la neoclásica Fuente de la Fama, también perdida su finalidad original de fuente de cuatro caños con que fue construida el año 1787 frente a la Puerta del Dique. Obra de elegante verticalidad y con cuatro escudos (España, Armada, Galicia y Ferrol) esmeradamente labrados, fue trasladada el año 1903 a la Puerta del Parque, colocándole un nuevo remate que representa a la Fama con dos trompetas, significando la buena y la mala reputación.
Caso especial son los tres traslados sufridos por el busto del marino vigués Casto Méndez Núñez, obra del escultor santiagués Juan Sanmartín. Erigido el año 1893 en la plaza del Callao, fue trasladado a principios del siglo XX al Cantón de Molíns, volviendo a la plaza del Callao el año 1995, esta última vez perdiendo su pedestal original en el traslado.
Para rematar esta primera parte del trabajo, hay que citar el triste caso de las dos señeras esculturas casi gemelas de los Leones de Esteiro, colocadas a la intemperie en la puerta de la Exposición de la Construcción Naval. Ambas esculturas estuvieron situadas en el siglo XVIII en una de las gradas del Apostolado del antiguo Astillero de Esteiro, donde servían de bitas de amarre de los buques, como se ve en grabados de época. Hoy duermen el sueño de los justos en la puerta del Edificio de Herrerías en vez de estar colocados en un lugar relevante del interior del citado edificio.
(Continuará)