Feijóo será elegido presidente de todos los gallegos. Ninguna novedad, pues resultaba lo obvio
después del mandato popular expresado el 25 de septiembre. En su discurso de investidura, Feijóo ha reclamado diálogo y consenso para él y su grupo parlamentario, así como el ofrecimiento del mismo a los demás grupos.
Un reclamo lógico, puesto que negarse a dialogar con la primera fuerza política de Galicia y del
Estado supone una auténtica falta de respeto hacia esos votantes que reiteradamente confían en el Partido Popular de Galicia para que gestione los destinos de una Administración que influirá en sus vidas.
No puede consentirse, por tanto, que aquellos que se erigen a sí mismos en salvapatrias que vienen a renovarlo todo acaben destruyéndolo todo, presentándose a sí mismos como una especie de Oráculo de Delfos al que tenemos que consultar para que nos nieguen todas nuestras virtudes y cometan el error de querer domesticarnos, incluso, con sus propias y fallidas teorías.
Con la llegada de los autodenominados nuevos políticos a nuestras administraciones autonómicas y locales, se instaura en nuestra democracia ese tono ya conocido en la política gallega desde hace lustros. Los que se dicen nuevos en realidad no lo son tanto, solo son viejos odres con una capa de pintura, pero el vino que echan es el de siempre.
El barriobajerismo puede ser – no seré yo quien lo niegue – una estrategia política que funcione.
Ahora bien, hace falta algo más que eso para penetrar en la mayoría de los ciudadanos: quizás un buen comienzo sería no tratar con una insolencia nacida de una especie de superioridad moral a aquellos que tú pretendes representar. Quisiera creer que esto último se debe de atribuir a la inconsciencia política del novato más que a un conjunto de buenas y elaboradas teorías electorales sobre cómo llegar a la mayoría de los votantes.
La diferencia entre nueva y vieja política se diluye a medida que avanza la diferencia entre la buena y la mala. Este topicazo oculta una realidad siniestra, pues aquellos que pretendían renovar la política tomando el cielo por asalto no han pasado de ser unos jóvenes rebeldes que – muy bien formados la mayoría – no consiguen sus propósitos, tomándoselo tan mal que agarran una pataleta impropia del cargo que ocupan.
Narcisos con coleta, pero también sin ella. Feijóo, en contraste, puede presentar un consolidado balance de cumplimientos. En 2009 fue elegido para revertir una situación insostenible creada, en parte, por los predecesores de esos narcisos; en 2012, para gestionar los inicios de la recuperación; y ahora, para consolidar los esfuerzos previos y traducirlos en algo tangible al alcance de los ciudadanos. Aquel que desprecie la experiencia no tiene cabida, pues no solamente de juventud se vive.