Desde la Hispania romana hasta hoy España siempre fue una nación, y no la nación de naciones de los independentistas autonómicos y ahora de Pedro Sánchez, y para ratificarlo puede leerse «España como nación», libro corto editado por la Real Academia de la Historia.
Escrito por sabios académicos, autores de obras eruditas, pero también divulgativas –ingresar requiere respeto casi universal–, entre ellos hay casos de orígenes familiares que pueden señalar la neutralidad actual de la institución, como José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano.
Conocido como «Las dos Españas», este historiador es nieto del que fue presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, y del general Queipo de Llano, uno de los cabecillas del golpe de Estado franquista.
España aparece como nación desde la Hispania romana en numerosos documentos, y con las características de lo que hoy definiríamos como Estado.
Reconocida en otros países, además, como demuestra un documento del siglo XIV aparecido en Brujas con la petición de comerciantes y marinos catalanes y valencianos de obtener de los Condes de Flandes iguales privilegios como miembros de la «nación española» que los vascos, adelantados por la cercanía del Cantábrico.
Hispania, la España heredada por los visigodos en 418, cuando se convirtió en reino, se perdió en 711 con la invasión islámica, pero mantuvo el concepto de nación mientras avanzaba la Reconquista.
Incontables y milenarios documentos tratan España como nación, incluyendo el Cantar del Mío Cid, por lo que los argumentos de quienes lo niegan deben ser risibles para los académicos.
Los nacionalistas catalanes, por ejemplo, tras apropiarse del rey de Aragón, Jaime I el Conquistador (1213-1276), dicen que era independentista.
Tras uno de sus triunfos aquel guerrero-rey plasmó una frase para las crónicas: «Hoy hemos dejado bien puesto el honor de España».