Cuando era concejal de Ferrol, participé en la creación de la euro-región Galicia/Norte de Portugal, más conocida como el Eje Atlántico. Este proyecto, cuya idea era crear un mercado transfronterizo complementario y receptor de ayudas de la UE, nació oficialmente el 1 de abril de 1992 con la denominada Declaración de Oporto, suscrita por las ciudades de Ourense, Ferrol, A Coruña, Santiago, Pontevedra, Vigo, Lugo, Oporto, Braga, Bragança, Chaves, Viana y Vila-Real. Posteriormente se han sumado más, hasta alcanzar un total de treinta y ocho, que suman 6.3 millones de habitantes y un PIB que supera los 85.000 millones de euros. Es un entramado urbano alineado a lo largo de 324 kilómetros de fachada marítima, que debe absorber una creciente parte de las mercancías importadas por los mercados centroeuropeos, porque los puertos del Mar del Norte ya están al límite de su capacidad.
Por lo tanto, no se trata de renunciar a mejorar las comunicaciones con la meseta y con Madrid, sino de mejorar las comunicaciones de esta región natural en la que vivimos. Hoy día, no se puede tener un proyecto de futuro para un país, como Galicia, ignorando las jerarquías urbanas más allá de los propios límites regionales.
No está de más señalar que mientras 4.2 millones de personas viajan cada año por carretera entre Madrid y Lisboa, son 6.6 millones los que lo hacen entre Vigo y Oporto, más de 18.000 vehículos al día, el doble que el que circula por la frontera de Ayamonte. En cuanto al número de viajeros por ferrocarril en el tramo Coruña-Vigo, alcanzan los 3.0 millones.
Desgraciadamente, el Eje Atlántico está estancado. Se ha abandonado el proyecto del tren de alta prestación con Oporto, se ha penalizado con un peaje el libre tránsito por las autovías del norte de Portugal y para colmo de males, las dos ciudades clave (Oporto y Vigo), han roto sus relaciones a raíz de que TAP (Transportes Aéreos de Portugal) implantase una línea regular permanente entre Vigo y Lisboa, sin ayudas estatales, decisión que fue duramente criticada por el alcalde de Oporto y que provocó la réplica del alcalde de Vigo.
La pesca, las actividades forestales ligadas con la fabricación de pasta de papel y productos madereros, las actividades ganaderas y los productos horto-frutícolas, pueden crecer exponencialmente si son respaldados por una entidad transfronteriza reconocida por la UE. Por esta razón, este proyecto transfronterizo tiene un valor estratégico para Galicia y, por supuesto para Ferrol. Sin embargo, apenas concita el interés político y mucho menos el mediático, más atentos a mejorar la conexión con Madrid. Buena parte de esta parálisis radica en que Portugal es una nación muy centralista y con una fuerte rivalidad entre Oporto y Lisboa. La idea de una nueva entidad política entre una región española y el norte de Portugal, levanta muchas suspicacias.
En definitiva, una herramienta potencialmente eficaz para aumentar la riqueza de un entorno territorial en el que está Ferrol, penalizado por disputas localistas. Esperemos que el nuevo presidente de la Xunta de Galicia, actúe como mediador para desatascar estos conflictos.