¡Hasta siempre, almirante!

julia dopico dovale-13-12Julia Mª Dopico Vale

De manera totalmente inesperada, el <Almirante de Almirantes>, Miguel Fernández y Fernández, el <yanqui>, <militar de hechuras sobrias y actitudes prudentes> como lo definía Paz Andrade, nos dejaba para iniciar su última singladura en lo que se convierte en una gran pérdida que llora su entrañable familia, la Armada, el mundo de la cultura y todos los que tuvimos la suerte de tratarle y conocerle, particularmente, en su faceta artística de excelente pintor, brillante conferenciante- con gran poder de convocatoria-, escritor y poeta: <Ahora comprendo que mi oficio era cantar la marejada, caminar con los que madrugan el alba, aparejos al hombro, sumarse a los ritos sagrados de las gentes de la mar”.

La mar que era su pasión y que lo acompañó siempre, formando parte de las estampas de su infancia en el Areal de Vigo, de su vida de navegante surcando todos los mares- cuántas cosas quedarán guardadas en su particular libro de bitácora!- y también en su despedida desde su casa de A Graña desde la que se contemplan las vistas de la Ría de Ferrol, las embarcaciones y la playa de arenas finas y doradas.

Hemos compartido con Miguel muchos y gratos momentos, entre ellos la presentación de su libro <La Ribera de O Berbés> <Elogio del marinero>, en un reencuentro con su gente recreada en versos y estampas de acuarelas con paisajes, rostros curtidos por la espuma y la sal, vendedoras de pescado, aves marinas y todo eso que reúne <la sangre verde del marinero, savia espesa que nutre su mestiza canción>. Otro hermoso momento fue el de la <schubertiada> en su estudio de pintor, donde con su –nuestro- querido Luis Mera, tuvimos la oportunidad de escuchar por vez primera la obra compositiva del ferrolano José Arriola, de mano del Director de la Real Filharmonía de Galicia, Maximino Zumalave. Una velada inolvidable de música, poesía y noche en la mar…

Hoy, nuestro Almirante, como en la plegaria de los marineros fenicios, devuelve su remo a Cartago. Un remo de oro, tan brillante como su corazón, su lúcida inteligencia y su honestidad. Por él sea nuestra Salve a la Estrella de los Mares, que ella le acompañe en su ruta a la eternidad.

 

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