¿Ser francés?

Juan Cardona CJuan Cardona Comellas-(www.juancardona.es)

No quiero ser francés, solamente que nuestros políticos (los de profesión y los periodísticos) sean como son los gabachos. La tragedia terrorista ocurrida recientemente en París, ha aflorado y elevado a un estadio superior nuestras mejores y peores cualidades. Mientras el número de asesinados no era muy elevado, la mayoría de las cadena de televisión (salvo honrosas excepciones) continuaron con su programación tipo «jorgejavier cotilla exprés». Al día siguiente, con más de un centenar de víctimas, la mayoría de los números «uno» de los informativos con gran despliegue de medios acudieron a la capital francesa. Con voz ahogada, por un afectado dolor, describieron, con más o menos fortuna, el dantesco panorama que las autoridades francesas permitían transmitir, protegiendo al extremo la dignidad y respeto hacía las víctimas y sus familiares. En un santiamén la noticia dejó paso a la «opinión». De la compasión hacia las víctimas a la «comprensión» de los brutales asesinos; del dolor al «buenismo»; del devastador efecto a la cuasi justificación de la causa. La propia sociedad había creado esos monstros, concluían algunos. La progresía del «nunca mais», «no a la guerra» y demás (como si a la mayoría les gustase que se repitiesen los desastres o fuésemos fervientes amantes de la guerra) hacían causa común, manteniendo equidistancia y repartiendo sentidos «minutos de silencio» entre víctimas y asesinos. Cierta alcaldesa exmagistrada calificando como venganza lo que es simplemente justicia. Vamos igual, igualito que en Francia. De la unión de los partidos políticos, reunidos diputados y senadores en un acto institucional finalizado con un emotivo canto de la Marsellesa, a la negativa de suscribir o no apoyar el pacto antiyihadista del gobierno: mucho político de perfil y la campaña electoral muy próxima. Nosotros por no tener; no tenemos, tan siquiera, letra en nuestro himno con la que podamos revindicar una causa común.

Algunos periódicos de tirada nacional buscan semejanza de las matanzas de París con nuestro triste y casi olvidado 11 de marzo (cuyo monumento in memóriam lleva dos meses cerrado y tirado en el suelo en el interior de la estación de Atocha) buscando, de esa forma, reforzar su línea editorial. Parecer… parecer, sí: en las víctimas, todas ellas inocentes y poco más. Una acción explicada con detalle, con nombres y apellidos, y seguida paso a paso, con intervenciones policiales transparentes; la otra, la nuestra, un sinfín de incongruencias, pruebas destruidas, suicidios colectivos inexplicables, mochilas y furgonetas que aparecen y desaparecen, explosivos mutantes y sentencias parcialmente casadas. Conclusión: como un huevo a una castaña. ¡Quiero que sean como los franceses!

 

 

 

 

 

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