El ferrolano Pedro Castro, un artista outsider

maria-fidalgo-031214María Fidalgo Casares– Doctora en Historia

El ferrolano Pedro Castro podría decirse que es un artista outsider, que está fuera de los circuitos porque vive su arte de una manera autónoma e independiente, todo un reflejo de la personalidad bohemia que le llevo a ser el presidente de los artesanos de Galicia.
Últimamente se está abriendo al gran público con una obra muy personal que le caracteriza especialmente dentro del panorama actual de la pintura gallega. Su actual marchante Elizabeth Núñez que también representa al pintor constructivista Parrilla está en conversaciones con el Ayuntamiento de A Coruña y el Museo de Orense para exponer en breve su obra.

En Ferrol los amantes del arte lo conocen sobradamente. Pertenece a una familia muy imbricada en la cultura de la ciudad. Su tío, tambien llamado Pedro Castro el gran « Perucho Castro» fue uno de los grandes responsables de la configuración de la Semana Santa Ferrolana moderna que hoy es patrimonio turístico internacional.

(Fot. Pedro Taboada)
(Fot. Pedro Taboada)

Se presentó el año pasado en el Ateneo Ferrolán y su obra de Las Meninas 2014 fue una de las más singulares del certamen en las que aparecía Gonzalo Torrente Ballester teledirigiendo una menina con los hilos de su talento creativo.

En la pintura de Pedro Castro ( Ferrol 1948) gravita la omnipresencia de un sugerente cosmos articulado mediante la conjunción de un repertorio de representaciones que proceden del imaginario medieval europeo, así como de símbolos e iconos que hunden su origen en la noche de los tiempos. Tradición e innovación conviven de una manera muy fluida y original, y siempre en síntesis con su interés en testimoniar las profundas esencias de la historia de Galicia. Por ello, es difícil encontrar palabras para definir una producción pictórica tan atipica, que se sale tanto de lo habitual. Imposible de adscribir a la realidad, a la abstracción o al surrealismo e imposible de adscribir igualmente al clasicismo o la modernidad.

Gran estudioso de la historia, el artista construye sus escenas imposibles en compartimentados espacios imaginarios y busca la expresividad emparentando con el mundo de la ilustración. De una forma mágica, en sus lienzos habitan desde la estética del maestro Mateo a los códices miniados, el mundo de los tímpanos medievales, los libros de horas, bestarios o los símbolos xacobeos… Soles, astros y espirales conviven en esta realidad geometrizada, muy segmentada en desiguales planos oblicuos sin solución de continuidad que potenciados por lineas, contornos y colores contrastados, subrayan unas composiciones tremendamente personales.

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(Fot. Pedro Taboada)
(Fot. Pedro Taboada)

Otra característica muy significativa de estas escenas de Castro, artista afincado en Coruña desde hace décadas, es un ingenuismo plenamente buscado. Este ingenuismo es una reivindicación del oficio del artesano, con un personal homenaje del artista a los amanuenses y copistas medievales. Y la paradoja es que pese a la disposición aleatoria y a veces caótica de sus elementos, se asoman a la mirada espectador de una forma perfectamente natural, como si siempre hubieran estado ahí. El «caos», el ingenuismo, y la pureza de la gama cromática confieren a las obras un extraordinario carácter decorativo.

Paralelamente a estas composiciones, Pedro Castro cultiva series de plumillas de elegancia exquisita que exhiben su gran destreza como dibujante. Correctísimas en la forma, perfecto dominio de los volúmenes, proporciones y perspectiva, pero también demuestran un gran manejo del color, aún trabajando en gamas casi monocromas. El artista se recrea sutilmente en los matices de los negros y grises, exhibiendo su saber hacer y su calidad de oficio.
La temática de las plumillas está enraizada en el primitivismo que tanto reivindicaron los hombres del Rexurdimento y Os Novos, pero también se recrea en parajes o vetustos edificios. No olvida tampoco las esencias protohistóricas de Galicia, deidades celtas y petroglifos megalíticos que añaden a sus obras un componente mistérico e iniciático de gran atractivo.

(En la expo del Ateneo-Fot. Pedro Tabaoada)
(En la expo del Ateneo-Fot. Pedro Tabaoada)

Lo curioso es que por una ilógica razón, las plumillas, pese a ser formalmente opuestas a la producción antes comentada, ser tan académicas e intemporales frente a la modernidad de las primeras, ser tan perfeccionistas frente a la esquematización, carentes de color frente a la sugerente policromía, tan sobrias de composición frente a la variopinta segmentación geométrica .. se tornan al espectador tan reconocibles y tan de autor como sus vistosas composiciones medievales.

Paradójico pero cierto. Se perciben como obras de la misma mano, porque pese a sus diferencias, ambas traslucen una personalidad pictórica única, impregnada de lirismo y de un romanticismo impregnado de la intangibilidad del paso del tiempo. Porque Castro ha hallado lo que muchos artistas tardan años en encontrar: un estilo en el que ha encontrado su espacio personal.

Pedro Castro consigue trascender la realidad, tanto desde sus obras más lúdicas a las más líricas, para sumergirse en el mágico mundo del pasado. Un personal y artístico tributo a la historia y arte de Galicia que le asegura un sitio innegable en el panorama pictórico de su país.

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