Manuel Molares do Val-(molares@yahoo.es-cronicasbarbaras.es)
La hipocresía de los partidos políticos que se opusieron a que se incluya en el Código Penal la prisión permanente revisable es tal que enmudecen cuando sus propios militantes le preguntan a sus dirigentes qué penas le impondrían a un nuevo Adolf Hitler, que tras quedar en libertad refundara el nazismo.
La Constitución huyó de la pena de muerte, pero además quiso demostrar buenismo, un mayor humanitarismo que las cercanas democracias con cadena perpetua.
Rechazó que la pena es un castigo, cuando debe ser ejemplarizante, y acordó que el delincuente es un buen salvaje:
“(…) Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social (…)”, Art. 25.2.
Así, tras unos años en prisión supuestamente reeducativa con permisos y terceros grados, pero también sin reinserción acreditada, algunos violadores y verdugos salen libres para reincidir.
La vida de una sola niña vale mucho más que la libertad de los ejecutores de Olga Sangrador o Mary Luz Cortés, violadas y asesinadas por reincidentes en libertad provisional.
Si se enmienda la Constitución, aparte de eliminar las prebendas forales vasca y navarra, debería revisarse el artículo 25 recordando a genocidas, como Hitler, notables dirigentes de ETA e islamistas de la yihad.
Y recuérdese que los más terribles etarras y casi todos los vinculados según la Justicia a las masacres del 11M de 2004, 192 asesinados en los trenes de Madrid, están han sido liberados.
Cuando el PP venda electoralmente esta aportación exclusivamente suya al Código Penal, al menos obtendrá 2,3 millones de votos.
Que son las firmas conseguidas por el padre de Mari Luz Cortés, presentadas sin éxito al Gobierno Zapatero y al Parlamento en 2008, pidiendo aplicar esta pena a violadores reincidentes y asesinos.
Siete años de espera y dice la oposición que esta enmienda es “en caliente”. ¡Qué cara dura!