Manuel Santiago Trinidad Mateo Antón e Iboleón nació en Ferrol el día 21 de septiembre de 1850. Fue el tercero de seis hermanos y el mayor de cuatro, varones, de los que tres serían oficiales de la Armada.
Su infancia transcurrió en Ferrol en un momento del resurgir de la Marina, tras varias décadas de abandono y práctica inexistencia de flota.
La creación del Colegio Naval Militar de Aspirantes de Marina en el año 1845 se enmarcó en ese «renacimiento» naval absolutamente necesario para el futuro mismo de la Armada.
Manuel Antón ingresó por gracia en el Colegio Naval antes de cumplir los catorce años, sentando plaza como aspirante de Marina (7) por R. O. de 7 de julio de 1864. Como curiosidad histórica, señalar que su ingreso se produjo el último año en que todavía se exigieron pruebas de limpieza de sangre.
Desde su incorporación como aspirante en 1864 —durante el reinado de Isabel II— hasta su fallecimiento en 1908 siendo capitán de navío —reinando ya Alfonso XIII—, serviría en la Armada durante cuarenta y cuatro años, tres meses y ocho días.
Completaría los estudios en el Colegio Naval antes de tiempo, probablemente examinándose con este propósito de las materias de los primeros semestres y de esta manera adelantar su carrera, circunstancia que era posible si se era un alumno aventajado. Así, en 4 de enero de 1866 obtuvo carta-orden de guardia marina de 2.ª clase, pasando a embarcar sucesivamente en diversos buques, con los que navegó por toda la costa española, África y América.
Entre enero de 1866 y febrero de 1869, en que fue promovido a guardia marina de 1.ª clase tras «sufrir» el examen correspondiente, formó parte de las dotaciones de la corbeta Villa de Bilbao ( (en dos ocasiones), navío Rey Francisco, fragatas Esperanza y Asturias, vapor Colón y fragata Blanca. En su nuevo empleo continuó en la fragata Blanca, y tras varias singladuras por los mares de América, en noviembre de 1870 desde Montevideo regresó a España a bordo del pailebote mercante Trinidad, con orden de trasladarse al Departamento de Cádiz para «prestar» examen de oficial. Comisionado en la corbeta Villa de Bilbao, el 16 de febrero de 1871 se examinó en el Colegio y fue aprobado, obteniendo el empleo de alférez de navío del Cuerpo General de la Armada por R. O. de 1 de marzo de 1871 (con antigüedad de 3 de enero).
Finalizados sus estudios y prácticas y ya como oficial de Marina, con apenas veinte años de edad, se inicia una nueva e ilusionante etapa en la carrera naval de Manuel Antón, en la que se destacará especialmente por su extraordinario valor (del cual dejará constancia en numerosos combates), dotes de mando y pericia profesional en los muchos destinos de embarco y de tierra que desempeñará tanto en España como en las posesiones de ultramar.
Campañas en las Filipinas 1872-1877. Capitán de Infantería de Marina
Su primer destino como alférez de navío fue el Arsenal Militar de Ferrol por un breve periodo de tiempo, hasta el 1 de octubre de 1871, que embarcó en la corbeta Ferrolana. Es cuando fue destinado al Apostadero de Filipinas, arribando a Manila en junio de 1872.
En aquella época y desde los primeros tiempos de la ocupación española, el archipiélago filipino estaba plagado de piratas (chinos, y malayo-mahometanos procedentes de Joló, Borneo y demás islas meridionales) que sin duda, eran el peor y principal enemigo de España y de nuestras fuerzas, tanto navales como terrestres.
Por su intervención en varias acciones de guerra le fueron concedidas nada menos que tres importantes recompensas: la que sería su segunda Cruz del Mérito Naval de 1.ª clase, con distintivo rojo la medalla de Joló y el empleo de capitán del Cuerpo de Infantería de Marina (26-07-1878) sin sueldo ni antigüedad. Es curioso comprobar que este empleo superior en otro cuerpo le fue conferido dos meses antes de ascender a teniente de navío en el suyo propio.
Vuelto a la capital del Apostadero en febrero de 1877, se presentó al comandante general, siendo comisionado a la compañía de Marina que se organizó en Cavite para ser enviada a España a consecuencia de la sublevación cantonal del Regimiento de Artillería Peninsular. Partió la expedición el 10 de marzo y tras seis escalas de navegación transoceánica arribó a Cádiz el 23 de abril, pasando destinado a continuación al Departamento de Ferrol.
Entre junio de 1877 y marzo de 1880 desempeñó diversos destinos.
Nueva campaña en Filipinas
El 8 octubre de 1878 ascendió a teniente de navío y en abril de 1880 pasó de nuevo destinado al Apostadero de Filipinas, arribando a Manila desde Cádiz el 14 de julio. Destinado como auxiliar del ayudante mayor del Arsenal de Cavite, en agosto de ese año pasó a encargarse interinamente del mando del cañonero Panay, terminó su armamento y lo condujo a Cebú, quedando afecto a la División Naval del Norte. El 6 de septiembre de 1880 asumió en propiedad el cargo de comandante de este buque, que desempeñó durante más de año y medio, verificando varios cruceros y comisiones por los mares de las islas Visayas.
En enero de 1888 fue nombrado comandante del cañonero Calamianes, cuyo mando tomó en Puerto Princesa (isla de La Paragua), desempeñándolo durante año y medio.
Por sus servicios y trabajos hidrográficos en las Filipinas sería recompensado con la Cruz del Mérito Naval de 2ª clase (placa) con distintivo blanco.
En agosto de 1889 entregó el mando del cañonero Calamianes y pasó a ser 2º secretario de la Comandancia General del Apostadero de Cavite.
Ascendido a teniente de navío de 1ª clase (hoy capitán de corbeta) en marzo de 1891 —tras once años en Filipinas en esta su segunda etapa— volvió destinado al Departamento de Ferrol.
Ya en su ciudad natal, Manuel Antón pasó a desempeñar el cargo de jefe del Primer Negociado de la Secretaría de la Capitanía General del Departamento por un periodo de poco más de un año, pues por R. O. de 7 de abril de 1892 se le nombró para un nuevo cargo en ultramar, el de gobernador y comandante de la Estación Naval de las Carolinas Occidentales y Palaos, puesto de gran responsabilidad tanto por la situación estratégica de las islas en el Pacífico como por estar clasificado este destino como mando de mar.
Gobernador y comandante naval de las islas Carolinas Occidentales 1892-1894
Manuel Antón tomó posesión en Yap el 16 de junio de 1892 del Gobierno Político y Militar, Comandancia de la División y Estación Naval, Comandancia de Marina, Juzgado y demás destinos anexos de las Carolinas Occidentales y Palaos.
Entregaría el mando el 23 de febrero de 1894 al capitán de fragata don José Montes de Oca, y tras presentarse en Manila embarcó de nuevo con rumbo a la Península (Barcelona), a donde arribó el 19 de abril.
Destinado de nuevo al Departamento de Ferrol, y después de un breve periodo como secretario de la Jefatura de Armamentos del Arsenal, en agosto de 1894 pasó a ser jefe del Tercer Negociado del Estado Mayor de la Capitanía General, encargándose también —interinamente, por ausencia del auditor —de la Secretaría de Justicia. En julio de 1895 fue nombrado segundo comandante de la fragata Almansa, de cuyo destino no llegó a tomar posesión por no poder abandonar los dos cargos que desempeñaba. Al mes siguiente cesó en los tres destinos por haber sido nombrado comandante del cañonero de primera clase Pizarro. A estas alturas de su carrera Manuel Antón e Iboleón gozaba de un gran prestigio profesional y se le consideraba uno de los jefes más aptos de la Armada. Tras prestar comisión de servicio en Glasgow, a donde se trasladó para inspeccionar la construcción de los siete buques que se realizaban para España en los astilleros de esta ciudad escocesa (agosto-septiembre de 1895), tomó el mando del Pizarro el día 21 de septiembre. Desde esa fecha y durante el mes de octubre navegó por el Atlántico y canal de la Mancha formando escuadrilla con el crucero Marqués de la Ensenada y los cañoneros Hernán Cortés y Vasco Núñez de Balboa, llevando a cabo diversas misiones.
La Guerra de Cuba, 1895-1898. El combate de Maraví 24 de abril de 1896
Al mando del Pizarro, en compañía de los buques mencionados anteriormente, zarpó el 14 de noviembre de 1895 del puerto de La Luz (Gran Canaria),y se dirigieron a punta Maysi, en la extremidad oriental de la isla de Cuba, donde fondearon. El 14 de diciembre, al amanecer, rompió el fuego el enemigo contra los cañoneros Hernán Cortes y Pizarro, contestando estos buques con su artillería y fusilería en un combate que finalizó con la victoria de nuestras fuerzas, logrando anular por completo los fuegos contrarios.
La insurrección en Cuba, iniciada en Yara en 1868, tuvo su origen muchos años antes por influencia de las ideas revolucionarias liberales y de emancipación, más que por el intento de conseguir mejoras económicas o más libertades. La independencia de los Estados Unidos, a la que España contribuyó declarando la guerra a la Gran Bretaña, propició la rebelión en cadena de todas las colonias españolas de América, preparando también la de Cuba.
El 24 de febrero de 1895, con el llamado «grito de Bairé», estalla la Guerra de la Independencia cubana, iniciándose a partir de ahí el envío de numerosos refuerzos a Cuba. Las operaciones y servicios navales que se desarrollaron ante la insurrección fueron innumerables, básicamente en apoyo del ejército de operaciones, llevándose a cabo multitud de hechos de armas.
El cañonero Pizarro, a lo largo del año 1896, efectuó diversas misiones por la costa norte de la isla, desde Gibara a punta Maysi. Cumpliendo órdenes del comandante militar de Baracoa, el 24 de abril de ese año, en compañía del cañonero Alvarado, se dispuso efectuar un reconocimiento en el puerto de Maraví. Fondeados en la costa, a las cuatro de la madrugada embarcó a bordo del Pizarro el coronel Zamora, comandante militar expresado, un jefe, varios oficiales y 120 soldados de tropa, y en el Alvarado, un oficial y 30 soldados.
Acto seguido se dirigieron en demanda del puerto de Maraví. No permitiendo el tamaño de la bocana la entrada de los dos cañoneros, el Alvarado se quedó en las inmediaciones, dirigiéndose el Pizarro hacia dentro, después de haber ordenado el comandante Antón zafarrancho de combate. Al embocar, numerosos grupos de insurrectos desde todas las orillas y puntos de la villa rompieron el fuego contra el buque, que fue inmediatamente contestado con la artillería y fusilería, entablándose un encarnizado combate, avanzando el buque hacia el centro de la poza hondable.
Poco después fondeó con un ancla a pique, continuando el combate, y en la difícil y peligrosa maniobra de hacer la ciaboga por lo reducido del espacio recibió el comandante Antón un «balazo» en su pierna izquierda, al propio tiempo que el timonel caía por otro proyectil que le destrozó el muslo izquierdo, empuñando el comandante la caña del timón para continuar la maniobra, logrando dirigir la proa hacia la boca del puerto.
El Alvarado desde fuera del puerto hizo continuamente fuego por los flancos, ayudando y contribuyendo al éxito de la operación. El combate finalizaría con la derrota del enemigo y con el resultado de más de 150 bajas entre muertos y heridos. Por parte del cañonero Pizarro, sólo un muerto y 27 heridos.
El comandante Manuel Antón, que demostró un gran valor y audacia durante todo el combate, una vez finalizado éste entregó el mando a su 2.º comandante al no poderse tener en pié por la enorme pérdida de sangre, ordenándole se dirigiese a Baracoa para atender a la curación de los heridos. El barco salió de Maraví literalmente «acribillado a balazos», pero con la moral muy alta y la satisfacción del deber cumplido.
Por esta acción librada con todo éxito, las numerosas bajas causadas al enemigo y su valiente actuación dirigiendo el combate desde su puesto de mando en el puente —que no abandonó a pesar de ser herido gravemente—, Manuel Antón sería felicitado a través de cablegrama por el Gobierno deS. M., se le formó juicio contradictorio para la Cruz de San Fernando y se le propuso para la Orden de María Cristina. Así, en 28 de enero de 1897 se le concedería la placa de 2.ª clase de la Orden Militar de María Cristina, y el 19 de octubre de 1899 la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando, de 1.ª clase (placa), mediante el preceptivo y exigente juicio contradictorio (15). Al mes siguiente se trasladó a La Habana y por disposición del comandante general del Apostadero fue pasaportado para la Península para atender a la curación de sus heridas, obteniendo cuatro meses de licencia por herido en campaña.
En octubre de 1896 pasó destinado como redactor-traductor del Depósito Hidrográfico.
Matrimonio en Ferrol
El 13 de diciembre de ese año contrajo matrimonio canónico con Josefa de Viñas y Navarrete en la iglesia castrense de San Francisco, en Ferrol. No tuvieron descendencia.
En marzo de 1897 se le nombró ayudante de Marina y capitán del puerto de Gibara, al noreste de Cuba, retornando a la isla caribeña casi un año después de haberla dejado. Tomó posesión el 14 de abril, y en la noche del 17 de agosto, habiendo sido atacado el poblado de Santa Rosalía en la bahía, se trasladó a él por mar con fuerzas del ejército, logrando hacer huir al enemigo y extinguir el incendio provocado en dicho poblado.
Ascendido a capitán de fragata (R. O. de 28-8-1897, con antigüedad de 8 del mismo), pasó destinado a La Habana como 2.º comandante de Marina de la provincia , tomando posesión el 13 de diciembre.
Durante el año 1898, en compatibilidad con su cargo, desempeñó también funciones como vocal de la Junta Provincial del Censo y de la Junta Mixta de Defensa de la plaza y puerto de La Habana, teniendo un papel destacado en todos los acontecimientos que sucedieron a la voladura del acorazado Maine el 15 de febrero de ese año.
Como es sabido, Estados Unidos acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba, al tiempo que ya había iniciado tres meses antes el bloqueo naval de la isla. El 21 de abril el presidente William MacKinley declaró la guerra a España (abril-agosto 1898), que se desarrolló en Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam (en las Marianas), con el resultado desastroso de la pérdida de las últimas y más importantes posesiones de nuestro imperio colonial de ultramar.
Las restantes posesiones españolas en Asia (islas Marianas, Carolinas y Palaos), incapaces de ser defendidas debido a su lejanía y la destrucción de buena parte de la escuadra española, serían vendidas a Alemania en 1899 por 25 millones de pesetas llevándose a cabo la evacuación en octubre de ese año.
Últimos destinos
Finalizada la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898, por cuya participación sería recompensado posteriormente con la medalla de Cuba, Manuel Antón fue nombrado 2.º comandante-subdirector de la Escuela Naval Flotante a bordo de la fragata Asturias, retornando a Ferrol, donde tomó posesión de su cargo el día 1 de octubre de ese año. Ocuparía este destino durante tres años, hasta septiembre de 1901.
Tras varias licencias por enfermo a consecuencia de las heridas recibidas en campaña, en noviembre de 1902 pasó a ser secretario de la Comandancia General del Arsenal de Ferrol. En enero de 1903 se le nombró en comisión de servicio a Madrid, a las órdenes del jefe del Estado Mayor Central de la Armada, puesto en el que cesará en el mes de agosto de ese año por haberse disuelto el referido Estado Mayor.
El caótico estado de la Marina en los primeros años del siglo XX y el empeoramiento de su salud como secuela de las graves heridas recibidas en combate años antes, fueron factores determinantes que condicionaron a Manuel Antón a pasar a la situación de excedencia forzosa a partir de noviembre de 1903.
Ascendido a capitán de navío el 2 de mayo de 1908, estaba en posesión de la Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo desde el 22 de febrero de 1901.
Tras una vida entera dedicada en cuerpo y alma a la Armada, fallecía en Ferrol el 24 de octubre de 1908 el capitán de navío —y capitán de Infantería de Marina— Manuel Antón e Iboleón, caballero de San Fernando.
Ésta fue a grandes rasgos la brillante carrera de este ilustre y benemérito marino español, verdadero héroe de guerra que, como miles de compatriotas a lo largo del último tercio del siglo XIX, luchó con ardor, nobleza y valentía por defender nuestra enseña nacional en las lejanas posesiones de ultramar, en una época memorable que constituyó sin duda el ocaso del Imperio español, aquél en el que durante siglos jamás se había puesto el sol.
(Datos recogidos del artículo «Un marino ilustre, el CN Manuel Antón e Ibelón» de Jaime Antón Viscasillas)