El papa Francisco nos invita en muchas ocasiones a vivir una “cultura del encuentro”. Es la consecuencia lógica de nuestra fe en el encuentro transformador y provocador que supone el encuentro de Dios con el hombre en Jesús de Nazaret.
En una sociedad fuertemente desvinculada, donde la polarización se hace patente, donde el individualismo nos encierra y empobrece un nuestra mismidad, donde nos relacionamos pero no nos vinculamos, donde hacemos muros y pocos puentes, la “cultura del encuentro” es la propuesta que nos ayuda a crecer en fraternidad, en amistad social, en civilización, en humanización.
Un medio para esta “cultura del encuentro” es la celebración de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Fue instituida por el Papa, en torno a la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús, como consecuencia de la pandemia: un momento reciente de nuestra historia, sobre el que constantemente tenemos que volver, y en el que abandonamos a su suerte a muchos ancianos y mayores por el hecho de serlo.
No podemos olvidar que muchos murieron por falta de respiradores, la mayoría murió sola sin un acompañamiento de la familia, muchos quedaron marcados por la soledad… Era un signo más de esta sociedad economicista que conlleva el descarte y donde orillamos y apartamos a los que no valen, a los que molestan, a los que cuestan, a los que no producen.
En esta Jornada se nos propone salir al encuentro de nuestros mayores, abrazar a nuestros mayores, posibilitar el diálogo con los más ancianos, dejarse tocar y afectar por aquellos que los años han debilitado en su salud física, percibirles como un precioso tesoro en su fragilidad. Esta es la invitación que recibimos cada uno de nosotros y que yo también hago mía, haciendo cada uno examen de conciencia y propuesta concreta de acción.
Lo que se busca es favorecer una sociedad del encuentro donde el encuentro intergeneracional se haga posible, donde los jóvenes y los mayores se enriquezcan mutuamente en el inmenso caudal y potencial que albergan. Como nos invita el Papa en su mensaje con este motivo, “Dios desea que, como hizo María con Isabel, los jóvenes alegren el corazón de los ancianos, y que adquieran sabiduría de sus vidas. Pero, sobre todo, el Señor desea que no dejemos solos a los ancianos, que no los releguemos a los márgenes de la vida, como por desgracia sucede frecuentemente”.
El camino no empieza de cero. No sé si estaréis conmigo en afirmar que una de las notas características de nuestra sociedad gallega (al menos a mí me ha llamado la atención) es el cuidado que prestáis, en general, a nuestros mayores. Así lo demuestra la convivencia que existe en tantas casas, especialmente del medio rural, de varias generaciones, la atención que ponéis hacia los que nos han precedido, la renuncia que hacéis, especialmente y una vez más las mujeres, por cuidar de vuestros mayores… Sin duda es una hermosa nota cultural que debemos agradecer y que no debemos dejarnos arrebatar.
Estoy seguro que todos saldríamos ganando si este encuentro intergeneracional se profundizara. Porque en él se entrecruzan y se comunican el pasado, el presente y el futuro de un pueblo. Es lo que nos permite salir de mi “yo” y de lo que vivimos para entrar en ese “nosotros” que nos hace más grandes. El pasado que nos dice de dónde venimos, lo que hemos sido, lo que otros han construido como legado.
El presente nos habla de la inmediatez, de lo que existe, de lo que tenemos. El futuro nos presenta el horizonte, la esperanza de lo que podemos ser. Cada generación que convive en una misma sociedad representa ese pasado, presente y futuro que a todos, a nivel personal y global, enriquece y engrandece.
La Iglesia siempre ha destacado por las iniciativas asistenciales promovidas para el cuidado de los mayores. Pienso en las Hermanas de los Ancianos Desamparados, tan presentes en nuestra diócesis, y en otras iniciativas semejantes. ¡Gracias! Ojalá que esta Jornada sea una invitación para favorecer la necesaria cultura del encuentro y el cuidado de los abuelos y mayores.
Fernando García Cadiñanos
Obispo de Mondoñedo-Ferrol