La alergia al sol, como tal, no existe “porque sería incompatible con la vida”, explica la jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario del Vinalopó, Irene Latour. Pero sí que puede llamarse “intolerancia al sol” a la reacción de ciertos tipos de piel a una exposición al sol prolongada, sin la suficiente protección, y que produce lesiones rojizas en forma de “pequeños bultitos o manchas sobreelevadas” que pican.
Los especialistas en Dermatología y Alergología del grupo sanitario Ribera aseguran que esta “intolerancia al sol” no es hereditaria en sí, pero “sí que hay una predisposición individual y familiar”, en relación con el tipo piel, es decir, según el fototipo de piel de cada persona o grupo familiar. “Si el fototipo es bajo, es decir, una piel más clara, hay mayor riesgo de aparición de este tipo de lesión en verano, pues que la piel es más sensible al sol”, explica la doctora Latour. También advierte que este tipo de reacciones pueden aparecer en personas que toman alguna medicación, que puede hacer a la piel fotosensible. En consulta, asegura, las localizaciones más frecuentes que tratan son el escote y cara.
Según la Academia Española de Dermatología y Venerología, se conoce como fototipo a “la capacidad de la piel para responder a la radiación ultravioleta y, en función del mismo, se adoptan las medidas de protección. Su clasificación oscila entre I y VI”.
Formalmente, esta reacción al sol se conoce como erupción polimorfa solar y, según el doctor Alfredo Daniel Agullo, dermatólogo del Departamento de Salud de Denia, “es un tipo de reacción cutánea de clínica muy variada generada por la exposición solar en una piel no habituada a esta radiación, por eso es más frecuente su aparición al inicio del verano, finales de primavera”. Además, añade, “tienden a aparecer unas horas después de la exposición solar y suelen durar días”.
Para evitar los efectos adversos del sol sobre la piel en verano, la doctora Latour insiste en la importancia de utilizar cremas “con protección solar muy alta (SPF 50+), medidas físicas como ropa, gorro o gorra y gafas de sol, y exponerse de forma muy progresiva al sol, muy poco a poco, para que la piel se vaya adaptando”. “En ningún caso ni adultos ni mucho menos niños deben de exponerse al sol sin cremas solares”, recuerda.
Además de esta reacción un poco más extrema al sol, la responsable del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario del Vinalopó recuerda que hay dos grandes lesiones cutáneas producidas por el sol: “Por una parte vemos lesiones benignas, conocidas como léntigos solares y que se pueden reconocer por tratarse de manchas marrones, normalmente de tono más claro, localizadas en cualquier parte de la piel; y por otro, las lesiones malignas, con los cánceres de piel, con diferente gravedad, pero que pueden llegar a ser mortales”.
Proteger la piel de los niños
“La piel tiene memoria y la exposición solar en la edad pediátrica es uno de los factores de riesgo más importante para el desarrollo de lesiones malignas en la edad adulta”, asegura la doctora Latour. Y no solo eso. “Las quemaduras que se producen por el sol en la primera etapa de la vida suponen un daño a nivel celular que también produce manchas y arrugas en la madurez”, añade.
Para proteger adecuadamente la piel de los más pequeños, la responsable de Dermatología del Vinalopó diferencia tres grupos de edad:
Menos de seis meses. No deben estar expuesto directamente al sol en ninguna circunstancia, ni siquiera usando gorras y camisetas. Tampoco cremas. “No recomendamos el uso de cremas protectoras en estas edades porque por muy buena que sea la crema, la piel de los bebés, muy inmadura, puede absorber algunos componentes que no son recomendables”, asegura la doctora Latour.
Entre seis meses y 3 años. Debemos utilizar protecciones físicas, como gorros, camisetas, sombras y sombrillas, pero también cremas solares. “Recomendamos cremas con filtros físicos, es decir, aquellas que hacen una película de protección sobre la piel y rebotan la radiación, impidiendo que penetre en la piel”, asegura. De esta forma, el organismo no tiene que eliminar la crema porque se forma una especie de película protectora que no penetra. “Son las menos agradables, las pringosas, las blancas que cuesta extender, pero son las más efectivas y las más recomendables para este grupo de edad”, añade.
A partir de los 3 años hasta la adolescencia. En esta edad, ya se pueden utilizar cremas con fatores de protección altos y filtros químicos. Para el jefe de Servicio de Pediatría del Hospital del Vinalopó, Gonzalo Ros, “en los niños siempre es recomendable utilizar un factor de protección 50 o más, y para el resto, siempre más de 30”. La doctora Latour añade que, si nos gustan las cremas con filtro físico, las blancas, se puede seguir todo el tiempo que se quiera. “Pero en estas edades, las que llevan filtros químicos, en spray, crema o stick son fáciles de extender y resultan más cómodas”, añade.
El doctor Ros insiste también en que, a cualquier edad, lo más recomendable es evitar la exposición directa al sol entre las 12 y las 4 de la tarde, y siempre poner la protección solar entre 15 y 30 minutos antes de salir de casa.