Escrito del obispo de Mondoñedo-Ferrol en la Jornada Mundial de la Vida Consagrada

«La vocación a la vida consagrada es llamada y respuesta, es obra de la gracia de Dios y disponibilidad humana, es don y tarea, es ideal y es propuesta de vida» señala el obispo de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos, en un escrito con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que se celebra este miércoles, día 2, coincidiendo con la fiesta de la Presentación del Señor.

Una festividad que tendrá en la diócesis un acto para conmemorar esta jornada. Una eucaristía, este mismo martes, a las 19.00 horas en la S.I. Concatedral de San Julián, que presidirá García Cadiñanos, 

Escrito de García Cadiñanos

El obispo diocesano señala que 

«El inicio del mes de febrero nos permite celebrar la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Con el recuerdo de aquellos dos ancianos que acogieron al Señor que era presentado en el templo de Jerusalén, reconocemos en este “hoy” de nuestra historia la cercanía de Dios que viene a nuestro encuentro en la luz que significáis cada uno de vosotros y vuestras comunidades.

Con toda nuestra Iglesia diocesana quiero dar gracias a Dios por vuestra llamada que ha sido respondida con enorme generosidad y entrega. Cada uno de vosotros significáis uno de esos milagros que el Señor continuamente realiza en la historia. En la fragilidad y debilidad de vuestra vida, con el barro que ensucia nuestras existencias, habéis respondido generosamente a la llamada que un día el Señor os hizo. Sois expresión concreta y cercana del diálogo continuo que Dios no se cansa de realizar con su pueblo y con cada uno de nosotros.

La vocación a la vida consagrada es llamada y respuesta, es obra de la gracia de Dios y disponibilidad humana, es don y tarea, es ideal y es propuesta de vida.

Junto a ello, quiero dar gracias a Dios por vuestro testimonio comunitario en medio de nuestro pueblo. Prácticamente he podido visitaros en estos meses que llevo entre vosotros a las veintisiete comunidades religiosas que ilumináis nuestro tierra de Mondoñedo-Ferrol. También en la debilidad que tanto le gusta a Dios, sois espacios comunitarios muy significativos en los lugares donde os encontráis. Desde vuestro carisma específico, enriquecéis al conjunto y reveláis la grandeza del ser y de la misión de la Iglesia. Con vuestro testimonio de vida contemplativa, con vuestra entrega en la educación integral de nuestros niños y jóvenes, con vuestra acción social a favor de los más desfavorecidos, con vuestro compromiso en la acción pastoral de nuestras parroquias… ilumináis y embellecéis nuestra Iglesia y nuestra sociedad.

Los valores que tratáis de encarnar de acogida, de trascendencia, de misericordia… resumidos en los votos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, son provocación y buena noticia para nuestro mundo.

Por eso os convertís en un auténtico regalo maravilloso que Dios, en su infinito amor, nos sigue haciendo. Uno de esos regalos que nunca faltará a su Iglesia y que, por desgracia, quizás no sabemos apreciar, valorar y enseñar. Un regalo que es preciso conocer para poder querer más.

Un conocimiento al que, sin duda, nos ayuda nuestro proceso sinodal. “Caminando juntos” estamos en estos meses haciendo experiencia sinodal. Acogiendo la invitación del papa Francisco queremos ponernos a la escucha del Espíritu que hoy nos sigue hablando. Lo queremos hacer en clave de conversión pastoral, que nos permita engendrar unas comunidades más vivas, más misioneras, más participativas…

Comunión, misión, participación, son algunas de las claves que nos mueven en este proceso y que para vosotros resultan tan familiares. En el seno de vuestras comunidades y congregaciones vivís desde el espíritu de comunión que refleja la unidad trinitaria; favorecéis la participación de todos y cada uno en lo que ha de ser obra de todos; os situáis en perspectiva de misión que da sentido a la entrega y a la vocación. Desde la comunión y la participación para la misión vivís vuestra experiencia eclesial que nos ayuda a afrontar el futuro con esperanza.

Como dicen nuestros obispos en el mensaje para esta jornada, “soñando, rezando y participando juntos, contribuís decisivamente para que la Iglesia sinodal no sea un espejismo sino un verdadero sueño que pueda hacerse realidad”.

Con la fortaleza que nos dan estas raíces y vuestros rostros felices sigamos sembrando y construyendo el Reino de Dios, en la confianza de sabernos en las manos de nuestro Padre.

Despertemos y profundicemos en la radicalidad que sea capaz de atraer. Abrámonos a la riqueza mutua de los diferentes carismas que nos ayude a profundizar en el propio, para bien de todos».

 

 
 
 

 

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