Corrupción, crisis económica, el debate soberanista en Cataluña y un deseo de «ilusión y confianza» en el futuro tras seis años de profunda crisis económica, han sido los cuatro ejes sobre los que el rey Felipe VI ha vertebrado su primer discurso navideño desde su entronización el pasado mes de junio.
El esperado mensaje televisado del nuevo monarca español —de 1.645 palabras, unas 200 más extenso que el último pronunciado por su padre Juan Carlos I antes de su abdicación— ha querido trasladar una visión de «esperanza» a los ciudadanos y ha establecido cuatro metas para el futuro de la sociedad española: «regenerar» la vida política en España, «recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones», «garantizar» el Estado del Bienestar y «preservar» la unidad del país desde la «pluralidad».
LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN
La lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable. El rey no ha demorado mucho en su alocución una referencia a la corrupción, el segundo problema más importante para los españoles después del desempleo y que en el último barómetro del CIS alcanzó su récord histórico entre las preocupaciones de los españoles. Sin embargo, Felipe VI ha evitado hacer cualquier mención explícita a su hermana, la infanta Cristina, procesada este mismo lunes como cooperadora de dos delitos contra la Hacienda Pública en 2007 y 2008, y que se enfrenta a una petición de pena de hasta ocho años de prisión y multa de 2 millones de euros. «Necesitamos una profunda regeneración de nuestra vida colectiva. Y en esta tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable», ha afimado el monarca que ha defendido, sin embargo, que la mayoría de los «servidores públicos» desempeñan sus tareas con «honradez y voluntad de servir a los intereses generales» y que la mayoría de quienes ofrecen conductas irregulares «están respondiendo de ellas«.
Felipe VI ha utilizado la palabra «servidor» en hasta seis ocasiones para referirse al desempeño de cargos públicos. Una labor que, para el monarca, no debe significar «un medio» para aprovecharse o enriquecerse. «Debemos cortarla de raíz y sin contemplaciones», ha zanjado el Jefe del Estado sobre una espiral de corrupción en la política española que, según fuentes del Poder Judicial, ha abierto 1.700 causas en toda España y ha implicado a más de 500 políticos.
CATALUÑA UNA CUESTIÓN DE SENTIMIENTOS
Aparte de la corrupción, el rey ha dedicado buena parte de su discurso a abordar el debate soberanista en Cataluña, una cuestión político-territorial enquistada entre las instituciones del Estado y el Gobierno catalán que desembocó el 9 de noviembre en un consulta no autorizada por la que el president catalán Artur Mas podría tener que responder ante la justicia tras admitir el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña las querellas presentadas en su contra. «Millones de españoles llevan, llevamos, a Cataluña en el corazón». El monarca, sin embargo, ha pasado de puntillas sobre la cuestión legal del enfoque independentista —ha citado apenas la «unidad histórica y política» ratificada por la Constitución de 1978— para dar un mayor peso al enfoque sentimental de una posible escisión en Cataluña del resto de España.
Y el propio Felipe VI ha querido ponerse a la vanguardia del cariño hacia los catalanes. «Millones de españoles llevan, llevamos, a Cataluña en el corazón, como también para millones de catalanes los demás españoles forman parte de su propio ser», ha afirmado. «Nadie en la España de hoy es adversario de nadie», ha puntualizado además el soberano Felipe VI, que no ha entrado en personalizar la responsabilidad de la tarea para este acercamiento sentimental entre Cataluña y el resto de España, pero ha pedido un «esfuerzo leal y sincero» para evitar la ruptura y reecontrarse en «los afectos mutuos». El rey ha zanjado la cuestión soberanista enviado un mensaje de «unión» para llegar más lejos en un mundo que «no acepta ni la debilidad ni la división» de las sociedades». «Formamos parte de un tronco común del que somos complementarios pero imprescindibles para el progreso de cada uno en particular y de todos en su conjunto», ha apuntado Felipe VI.
UN MENSAJE DE ESPERANZA
La situación económica de los españoles («un motivo de grave preocupación para todos») ha sido el tercer bloque de su discurso. El rey ha ahondado poco en especificidades sobre los recortes, no ha pasado por alto la lacra del desempleo que emborrona el hecho «muy positivo» que, según el monarca, supone que «las magnitudes macroeconómicas estén mejorando».
«Los índices de desempleo son todavía inaceptables y frustran las expectativas de nuestros jóvenes y de muchos más hombres y mujeres que llevan tiempo en el paro», ha lamentado Felipe VI, para quien la lucha contra el paro debe seguir siendo «la prioridad». «Nuestras empresas son punteras en muchos sectores pero nuestra economía no ha resuelto todavía este desequilibrio fundamental», ha añadido.
Además, ha deseado que en el futuro se creen «empleos de calidad», en una clara referencia al empleo precario; según los últimos datos de Empleo apenas el 4% de los contratos son indefinidos y de jornada completa. Los recortes efectuados por el Gobierno en partidas sociales como la Educación o la Sanidad, o el desmantelamiento de algunos servicios públicos no se han hecho un hueco en las palabras del Jefe de Estado. «Debemos proteger especialmente a las personas más desfavorecidas y vulnerables», se ha limitado a decir el rey que sí ha defendido, en todo caso, el Estado de Bienestar como «soporte de la cohesión social» y «algo de lo que sentirse orgullosos«.
En la despedida de su mensaje navideño —ha usado la expresión ‘Feliz Navidad’ en las cuatro lenguas cooficiales, una fórmula que ya empleó en su discurso de proclamación— Felipe VI ha vuelto a requerir «confianza» a la sociedad, también «responsabilidad» para corregir los fallos y les ha pedido «recuperar el orgullo de conciencia nacional«. Pero ha puesto un límite ético en el progreso de los ciudadanos: que se lo procuren «honestamente». Y para ello el monarca se ha colocado como «el primer servidor de los españoles».
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