Ramón Goy de Silva nació en Ferrol el 29 de marzo de 1888, y murió en Madrid en 1962. Novelista, poeta y dramaturgo, fue galardonado por Alfonso XIII en el Ateneo de Madrid por su labor en favor de las letras gallegas.
Según Angel Arconada, Goy de Silva es “con Jacinto Grau, el dramaturgo español que a principios de siglo hizo un mayor esfuerzo por regenerar la escena”. Esta referencia a Jacinto Grau no es gratuita, ya que fue Grau el prologuista de la edición de La Reina Silencio, donde describió a Goy como “poeta del ensueño y del desdén”.
Goy de Silva realizó abundantes viajes por España y el extranjero, apareciendo sus poemas en varias revistas europeas. Es uno de los autores españoles más traducidos a otros idiomas.
Protegido por Benito Pérez Galdós, estrenó en el Teatro Español de Madrid su drama El Eco (1913), obteniendo un gran triunfo. En 1914, colabora, con otros poetas en el Cancionero de El Heraldo de Madrid, cuya importancia nos recuerda Guillermo de Torre. En 1915 estrena en el Teatro de la Princesa de Madrid la obra Sirenas mudas, protagonizada por Margarita Xirgu.
Mas tarde publicará cuatro dramas de tinte modernista – simbolista: La corte del cuervo blanco, La reina silencio, Esther, espejo de amor y Juicio de bufón. No llegó a representarlos por su gran complejidad escénica.
Dado que el Modernismo no es un bloque monolítico en el que las tendencias y las personalidades se reduzcan a un programa, sino que puede considerarse como un movimiento artístico de amplias fronteras temporales (finales del XIX hasta 1920) y en el que se combinan elementos diferentes como el parcialianismo, simbolismo, romanticismo, naturalismo y expresionismo, Goy de Silva, que aúna varias de estas características en algunas de sus obras, entra en el perfil de un autor modernista.
Sabemos de él que fue un hombre culto que amaba la música y la poesía, que conocía el mundo clásico y que le atraían ambientes aristocráticos y elitistas. Este deseo de alejarse de lo vulgar, de la realidad, es una actitud de rebeldía, por lo que tiene una explicación lógica el que en sus obras aparezcan aspectos simbólicos, ambientes exóticos, personajes mito16gicos o bíblicos. En este sentido su obra no está lejos de la temática de Grau, otro autor de éxito en los escenarios europeos.
Tras la publicación de “Antenas siderales” (1927), se apartó del mundo literario que caminaba ya senderos muy diferentes a los que él transitara.