Buenas noticias. Cae el oro. El precio del metal amarillo es un termómetro que mide cómo va la economía. Si va bien, baja. Si va mal, sube. Y el oro no es que caiga, es que se está desplomando. El 11 rondaba los 1.560 dólares y el 12 cerró, en Nueva York, en los 1.477,80. Al cierre de esta crónica cotizaba en los 1.371,90, y los expertos lo ven ya en los 1.300 dólares en breve.
Los analistas están afilando sus teorías para explicarse el fenómeno. Y otros, como el vocero inflacionista Nouriel Roubini, lanza mensajes en twitter como este: “Comeos vuestro oro”. Es normal. El oro no es sólo un termómetro. Es, en cierto sentido… bastante cierto, el verdadero dinero. Y supone un freno a la capacidad del gobierno de inflar la moneda, porque los agentes la rechazan y compran oro. De ahí la inquina que los Roubini y demás le tienen.
Pero vamos al asunto. La caída del precio del oro es, habitualmente, una buena noticia. Pero lo es porque supone una señal de que la situación está mejorando. Y, sin embargo, aquí no se ve la mejoría por ningún lado. Es más, una caída tan repentina debería de estar asociada, si fuera ese el caso, a una noticia cercana y relevante, que ahora no se ve por ningún lado.
Así las cosas, se dan las circunstancias perfectas para que vuelva una antigua teoría de la conspiración: Son los bancos centrales los que han hundido el precio del oro, que es su némesis. Sólo ellos tienen los medios y el móvil para hacerlo. MunKnee es el último exponente, sin más pruebas que la propia teoría. Dennis Garman afina algo más y dice que probablemente Chipre se haya visto obligada a vender su oro.
The Daily Gold, para empezar, pone las cosas en su sitio. Una cosa es una corrección y otra un mercado bajista. Recurre al análisis técnico, tan extendido como cuestionable, para mostrar que el precio del oro (en dólares por onza troy) podría caer hasta los 1.350 e incluso hasta los 1.100, y estaría todavía dentro de una tendencia alcista. Safehaven recuerda que “entre enero de 1975 y septiembre de 1976, el precio del oro en dólares cayó casi a la mitad”. Y sigue: “A medida que la inflación fue creciendo más rápido que los tipos de interés, el precio del oro se multiplicó por ocho hasta su máximo en enero de 1980”. Un máximo que, llevado a los precios actuales, rondaría los 2.000 dólares.
Claro, que también hay otras visiones distintas. Pawel Morski dice: “El oro, a diferencia de los depósitos bancarios, de las acciones o de los bonos, está separado de la economía real; es en lo que inviertes cuando quieres tomar una posición bajista sobre lo que ocurre en la economía real”. No está claro cómo algo que se compra y vende en el mercado en función de la marcha de la economía real no forma parte de la economía real.
Así las cosas, lo que parece es que el oro, más que un desplome, sufre un desvanecimiento temporal, del que no tardará en recuperarse.