El cambio de hora de marzo del 2018 será este fin de semana. Los relojes deberán adelantarse la madrugada del sábado 24 al domingo 25 para adaptarse al horario de verano. Cuando sean las dos de la madrugada, los relojes se avanzarán a las tres. La modificación, que se aplica en todos los países de la Unión Europea (UE), pretende ajustar la jornada laboral a las horas de luz.
A partir de ese día, coincidiendo aproximadamente con la primavera astronómica, amanecerá y anochecerá más tarde. No obstante, los argumentos de ahorro energético no convencen a los médicos que, año tras año, alertan de que los efectos físicos y psicológicos sobre las personas son considerables.
Madrugada del domingo
Como ahora la mayoría de los dispositivos son digitales, solo será necesario mover algunos botones y manecillas de reloj, pero cada vez son menos. Casi todos lo hacen automáticamente.
El cambio de hora llegará cinco días después del inicio de la primavera. El equinoccio que puso fin al invierno se produjo el martes 20 de marzo a las 17.15 horas (hora peninsular española).
Aprovechar la luz matutina
Los defensores de los cambios de horario, que se repiten en otoño para hacer la operación inversa y retrasar una hora el reloj, argumentan que así se aprovecha más la luz de la mañana, ya que en caso contrario la mayoría de la gente duerme. Por la tarde, con el avance horario los negocios de ocio y sobre todo restauración se ven beneficiados: la gente alarga los paseos y el hecho de ser aún de día invita a sentarse en una terraza o ir de compras.
En el otro lado están quienes consideran que los beneficios económicos no compensan , ya que los perjuicios para la salud son numerosos. Irritabilidad, insomnio o desajustes alimentarios se cuentan entre los efectos negativos, relacionan algunos médicos.
Desde el 2000
La medida es de aplicación en toda la Unión Europea desde el año 2000 aunque hay países que impulsan el cambio horario desde los años 60 y 70, como Irlanda, Reino Unido e Italia. Para dejarlo de lado, sería necesario que todos los miembros europeos se pusieran de acuerdo. Hay presiones y movimientos civiles que apuestan por abandonar este sistema, otros que solo lo consideran provechoso para el invierno y viceversa.
El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) estima que el ahorro potencial que se produce durante el verano en España es de un 5%, lo que representa unos 300 millones de euros.